Las acciones europeas en máximos de seis años y medio y el euro en mínimos de hace catorce meses frente al dólar. Este ha sido el resultado de la "reunión con sorpresa" del BCE. La gran mayoría del mercado descontaba que en la reunión de ayer se perfilarían las próximas medidas que se adoptarían, pero las decisiones que ayer se tomaron no formaban parte del escenario que se manejaba para esta reunión: reducción de los tipos de interés a nuevos mínimos históricos y el anuncio de que en octubre comenzará un programa de compra de bonos de titulización (ABS, por sus siglas en inglés) y que deberá servir como complemento a las subastas de liquidez que comienzan este mes y finalizan en diciembre, con el objetivo último de reactivar el crédito. Aunque cabe dudar del efecto macro de la bajada de tipos, dados los niveles mínimos en que se encuentran -no hubo unanimidad de los miembros del Consejo en esta decisión-, lo que sí ha sido es un importante golpe de efecto que añade valor al resto de medidas adoptadas. Ahora, aumentan las posibilidades de una QE por parte del BCE iniciando el recorrido por un camino que han dibujado otros bancos centrales, como la FED y el Banco de Inglaterra, pero que ahora ellos están desandando, como es el caso de la Fed, o están a punto de hacerlo, como es el caso del BoE. Draghi en la conferencia de prensa posterior a la reunión hacía referencia a ello al indicar que había habido un debate sobre el programa de compra de deuda. Y detrás de estas decisiones, una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento e inflación para este año en la zona euro- "la inflación amenaza con permanecer muy baja durante demasiado tiempo" apuntó Draghi- y un mensaje a los gobiernos: el margen de la política monetaria tradicional se ha agotado y las medidas de política fiscal no son suficientes sin reformas estructurales.
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