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'La distancia': Inquietud, desasosiego y náusea

'La distancia': Inquietud, desasosiego y náusea

lunes 21 de marzo de 2016, 08:57h
Cuatro personajes reciben -absortos, ensimismados, nerviosos, compulsivos…- al espectador realizando una serie de movimientos reiterados, repetitivos, cíclicos e inquietantes. Al cabo de diez minutos, y con una melodía de piano instalada en el mismo tono, la situación se hace desasosegante, incluso antes de comenzar el montaje. Estamos en el Teatro Galileo, para ver una adaptación a las tablas de Pablo Messiez basada en la novela de Samanta Schweblin, ‘Distancia de rescate’. Los personajes que vagan por un espacio indeterminado, con ropas ligeras, y con la pesadumbre incorporada a sus vidas son tres mujeres y un joven: María Morales (Amanda), Luz Valdenebro (Carla), Estefanía de los Santos (Nina) y Fernando Delgado (David), que cuajan unas magníficas interpretaciones.

En ‘La distancia’ Messiez profundiza en las relaciones madre e hijos utilizando de telón de fondo una realidad que, inicialmente, se presenta ante el espectador como una historia de ciencia ficción, más tarde como una especie de realismo mágico y, finalmente, como una cruda y lacerante realidad. De hecho, novela y obra dramática toman como base unos hechos que se viven en la Argentina natal de la novelista y el dramaturgo en donde miles de hectáreas están dedicadas al cultivo de soja modificada genéticamente, que se protege de las plagas a través de un pesticida denominado glisofato -palabra que, por cierto, no aparece ni una sola vez en ninguna de las dos obras-, y que está en el trasfondo de las múltiples intoxicaciones, deformaciones y problemas de salud que provoca en los habitantes de la extensísima provincia argentina de Entre Ríos.

Una mujer, Amanda, va con su hija Nina a pasar las vacaciones al campo y acaba en un pueblo donde muchos habitantes tienen discapacidades o problemas de salud. Poco tiempo después, ella misma se intoxica, y su hija desaparece. A otra mujer, Carla, le ha sucedido algo parecido con su hijo David, que ahora tiene una discapacidad importante, cuyo origen hay que relacionarlo también con su paso por esa zona rural. Messiez, sin abandonar el plano poético que caracteriza su producción dramática y la dirección de sus montajes, combina el relato de Amanda con el de Carla, les hace cruzarse, enlazarse, hasta hacerlos coincidir en un punto vital que afecta a ambas familias.

‘La distancia’ contiene las dosis necesarias de intriga, suspense y hasta terror para hacer que el espectador se agarre a su butaca y no la suelte durante los 70 minutos de duración del montaje. La situación que plantea aparece difusa, en principio, y, a medida que va avanzando el relato de los hechos, uno no sabe muy bien como enmarcar hasta bien avanzado el montaje. En él se entrecruzan también presente y pasado y varios espacios físicos (la casa de campo con piscina, el coche -representado tan solo por dos asientos- y una sala de urgencias de un hospital -donde solo hay una silla de ruedas- y, en el proscenio, un gran corredor que representa las caballerizas), todo ello obra de Elisa Sanz, que se encarga también del vestuario, aunque muchas veces parece que todo ocurre en la imaginación de Amanda, que vive ahora obsesionada por saber qué ha pasado con su hija durante esas malditas vacaciones en el campo.

Pero también ‘La distancia’ es una historia de vínculos maternales, y su título hace alusión a ese espacio variable que la madre pone para no dejar de saber qué es de su hijo o hija durante toda su vida; de hecho, Amanda llama “distancia de rescate” a la distancia variable que la separa de su hija, siempre alerta a sus problemas, a sus vivencias, a sus preocupaciones…

Pablo Messiez -unas veces como director, otras como dramaturgo…- ya puso en ‘Los ojos’, ‘Las criadas’, ‘Las plantas’ o ‘La piedra oscura’ un toque poético que tampoco abandona en ‘La distancia’, y que constituye la única tabla de salvación personal del espectador frente a ese desasosiego e inquietud crecientes que van ocupando todo el espacio, y de menos a más, en esta obra que contiene un “secreto atroz” de ese pueblo que se lleva a los hombres que lo habitan, a los caballos, a los patos…

María Morales está inmensa -la conocíamos ya de ‘Como si pasara un tren’; Fernando Delgado, estupendo, seguro que va a sorprender a más de un espectador -si no lo ha visto ya, por ejemplo, en ‘Iliria’ de Denise Despeyroux-, con ese jovenzuelo desesperado que quiere averiguar la muerte de Amanda antes de que la “Parca” se la lleve por delante; Luz Valdenebro, emotiva y herida, conmueve hasta la médula, y Estefanía de los Santos -magnífica en ‘Las plantas’-, se marca un monólogo, casi al final de la obra, que hace temblar hasta a las butacas.

Un drama que no hay que perderse, aunque conviene ir preparado para combatir esa creciente inquietud que, sin más ni más, se va apoderando del espectador hasta convertirse en náusea. Una obra incómoda, molesta, pero necesaria.

‘La distancia’

Dirección y Dramaturgia: Pablo Messiez

Intérpretes: María Morales, Fernando Delgado, Luz Valdenebro y Estefanía de los Santos

Asesoramiento de movimiento: Lucas Condró

Iluminación: Paloma Parra

Ayudante de Dirección: Teresa Rivera

Una producción de Bacantes Teatro

Teatro Galileo (Madrid)

Hasta el 1 de abril

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