www.diariocritico.com
Un libro repasa los crímenes más famosos, las series y el cine a la luz de la ciencia forense

Un libro repasa los crímenes más famosos, las series y el cine a la luz de la ciencia forense

lunes 06 de junio de 2016, 16:12h
¿Cómo funciona una prueba de ADN? ¿Es infalible?¿Puede un insecto señalar al culpable de un asesinato? ¿Cómo sabe un forense a qué hora se produjo un asesinato? ¿Por qué algunos cadáveres se descomponen y otros no? ¿Cómo se identifican los cadáveres de personajes históricos? 'La ciencia en la sombra', el nuevo libro de J.M. Mulet trata de responder a todas estas y otras preguntas para "que cuando veas el próximo capítulo de CSI, Bones, Castle o cualquier película policíaca, entiendas por qué hacen lo que hacen y, sobre todo, que detectes los fallos."

J. M. Mulet nos sumerge, con la rigurosidad de un científico y su registro cercano y desenfadado, en la parte más oscura de la condición humana, con guantes de experto. Gracias a este libro por fin entenderás cualquiera de las técnicas que utiliza la policía científica para resolver crímenes, algunas curiosidades y los fallos más típicos que cometen las series y las películas.

J. M. Mulet (Denia, 1973) es licenciado en química y doctor en bioquímica y biología molecular por la Universidad de Valencia, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia donde imparte una asignatura optativa llamada Biotecnología Criminal y Forense para facilitar la salida a los alumnos que quieran encauzar su carrera profesional hacia la ciencia forense o la policía científica. Mulet, en su faceta de divulgador científico, ha publicado los libros Los productos naturales ¡vaya timo!, Comer sin miedo (Premio Prismas 2014 al mejor libro de ciencia editado en castellano) y Medicina sin engaños. Además, es autor de la sección «Ciencia en la sombra» en El País Semanal, del blog Tomates con genes y tuitero compulsivo. @jmmulet

La ficción es un recurso para liberar nuestra fascinación por el mal. Toda historia buena tiene un malo carismático. La guerra de las galaxias no sería nada sin Darth Wader, ni Harry Potter sin Voldemort, ni El señor de los anillos sin Sauron… ni un ecologista sin Monsanto. Esto no es nuevo: ¿qué sería de las películas de vaqueros sin Lee van Cleef, Jack Palance o Lee Marvin? Incluso una mala película puede parecer buena si el malvado es suficientemente carismático. Por ejemplo, El silencio de los corderos, considerada una de las mejores obras de suspense —subgénero: películas con asesino en serie— de todos los tiempos. La historia tiene más lagunas e incongruencias que la declaración de renta de Jordi Pujol. A pesar de eso, ha quedado en la memoria de todos. A ver, ¿quién se cree que alguien puede llamar por teléfono desde una celda pulsando el botón de colgar o abrir unas esposas con un bolígrafo? Y ahora viene el despiporre: matar a dos guardas en pocos segundos, quitarle la cara a uno y ponértela encima para hacerte pasar por un herido. Lo ves en una película de karate de esas en las que están media hora volando para pegar una patada y te preguntas qué se ha fumado el guionista. No obstante, el juego de la bella y la bestia entre la joven y aparentemente frágil Clarice Starling (Jodie Foster) y el inconmensurable Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) nos atrapa desde la escena del primer encuentro entre los dos protagonistas, en la que vemos a Clarice como Eurídice descendiendo a los infiernos del pasillo de los reclusos más peligrosos para, al final, encontrarse a Hannibal quieto, tranquilo, en medio de su celda y empezar algunos de los diálogos más hipnóticos de la historia del cine con ese «acércate, acércate» para que le enseñe la credencial, adivinar su loción corporal, el juego del quid pro quo o frases míticas como: «Uno del censo intentó hacerme una encuesta. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen chianti». Por cierto, lo de quid pro quo es otro error del guion, la locución correcta es do ut des. Y lo mismo nos pasa con otros personajes que se mueven entre la ficción y la realidad, como el Conde Drácula o Jack el Destripador.

La mayoría de los ciudadanos reconducimos esta fascinación por el mal y el crimen con la ficción. El género policíaco es relativamente reciente. Se considera que el primer detective de ficción es Auguste C. Dupin, creado por Edgar Allan Poe y antecesor de las obras del francés Émile Gaboriau, padre de la novela negra francesa (llamada polar). Pocos años después irrumpió el mítico Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle. Este género se ha adaptado a todos los ambientes, situaciones y paisajes. En los últimos años los policías más populares parece que ya no hablan inglés sino sueco o noruego, con escritores como Henning Mankell, Jo Nesbø o Stieg Larsson, heredado por David Lagercrantz, entre otros que le han dado un nuevo aliento (muy frío, casi polar, cosas de la geografía) al género. No voy a negar que soy muy fan del género negro, y que posiblemente de aquí nace mi interés por el tema. Si tengo que elegir, de entre lo mucho y bueno que hay, me quedo con tres. En castellano, con un descubrimiento vergonzosamente reciente, de esos que te da rabia no haber leído antes, Francisco García Pavón y su personaje de Plinio, jefe de la GMT (Guardia Municipal de Tomelloso), secundado por su ayudante don Lotario, el veterinario. En catalán, con Ferran Torrent y su Toni Butxana, al que leí por primera vez con catorce años y sigo releyendo de vez en cuando. En inglés, con Chester Himes, que retrata como nadie la violencia descarnada con dos de sus personajes, Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones, y además acabó sus días en Moraira, a escasos kilómetros de mi Denia natal.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios