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Crítica de la obra de teatro 'El mal de la montaña': mi vida y yo

Crítica de la obra de teatro 'El mal de la montaña': mi vida y yo

martes 15 de febrero de 2022, 09:19h

El dramaturgo argentino Santiago Loza (He nacido para verte sonreír, Matar cansa), es el autor de ‘El mal de la montaña’, una propuesta sobre uno de los males que nos asedian en estos tiempos líquidos y que ahora puede verse en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid. La propuesta escénica la codirigen Fernando Delgado-Hierro y Francesco Carril quienes, además, forman parte del elenco junto a Ángela Boix y Luis Sorolla.

Autor, directores y actores construyen una propuesta cargada de humor y de amargura al cincuenta por ciento que retrata la crisis de identidad de buena parte de nuestros jóvenes, empeñados en construirse una realidad idílica que no deja hueco al fracaso ni a la frustración. Si la realidad se empeña en fastidiarme la existencia no soy yo quién tendrá que amoldarse a ella sino todo lo contrario. Eso es lo que parecen decirse todos ellos, indispuestos a que los hechos les estropeen el relato que se hacen de su propia existencia.

Manu (Francesco Carril), cuenta a su amigo Tino (Fernando Delgado-Hierro) el episodio de su ruptura con Pamela (Ángela Boix). Se diría que era el prototipo de ruptura romántica: día gris, fina lluvia, paseando de la mano por las calles de la inhóspita ciudad… El marco más romántico para un adiós anunciado. Y también perfecto si no hubiera sido por la irrupción en la idílica escena de un mendigo en la acera de enfrente sacándose el pito y orinando contra un poste. La sola idea de que Pamela hubiera podido fijarse en la inesperada estampa turba a Manu, lo inquieta, lo remueve, lo descuadra y lo llena de inquietud y ansiedad. Lo circunstancial desplaza a lo esencial y eso no lo puede consentir bajo ningún concepto.

Por su parte, Tino no ha podido superar aún aquella relación frustrada por su falta absoluta de deseo (“Comienza la simulación… Me paso el día en el cuarto. Ella va a la playa y toma el sol… Es un fraude que después se hace real…”); Pamela tiene aún detrás de la oreja la sensación de que la verdadera causa de su ruptura con Manu es que no soporta su nombre de pila, y Ramo (Luis Sorolla), no puede reprimir su odio hacia los pobres y contra ellos descarga toda la violencia que lleva dentro.

Ahora los cuatro personajes se reúnen en algún lugar y en algún momento -no hay indicios ni de lo uno ni de lo otro en la propuesta escénica-, y en la intimidad pueden contar sus cuitas personales sin ambages, sin filtros, sin consecuencias a terceros, más allá del interés que puedan provocar sus relatos incluso a sus propios amigos. En el fondo son ellos mismos –ni siquiera sus mejores amigos-, y su propia vida, idílicamente pensada y construida, lo único que les importa. Todo lo demás son disonancias, molestias pesadas e inesperadas que hay que eliminar cuanto antes de sus vidas, o de lo que ellos hubieran deseado que fueran.

Un relato que retrata con la misma crudeza que realismo y humor negro un fresco de toda una generación, preñada de narcisismo, de miedos, de desinterés por el otro, de autismo, de obsesión por la exposición constante en las redes buscando permanentemente la mejor de sus caras, aunque sea totalmente impostada, falsa. Y claro, luego vienen las ansiedades, las depresiones y las salidas impensables de quienes dan más importancia a tener un móvil en la mano y una red a la que conectarse que pasar una tarde entera de domingo con amigos, novias o amantes.

Desasosegante, hermético el espacio escénico diseñado por Paola de Diego (tupido jardín, lleno de vegetación, unos sofás hinchables …); los claroscuros de la iluminación de Paloma Parra, y el sonido de Sandra Vicente que incluye algunas melodías de los 80 que suenan en diversos planos sonoros (Bonnie Tyler, Luis Eduardo Aute…).

La propuesta es muy interesante y que su factura sea llevada a cabo íntegramente por miembros de la generación que la fábula disecciona con crudeza, da un aliento adicional y un viento de esperanza a la necesaria autocrítica despiadada y regeneradora. Vuelve a hacerse evidente el viejo aserto: Todos somos iguales, pero unos más que otros.

‘El mal de la montaña’

De: Santiago Loza

Dirección: Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro

Con: Ángela Boix, Francesco Carril, Fernando Delgado-Hierro y Luis Sorolla

Diseño de espacio escénico: Paola de Diego

Ayudante de escenografía y vestuario: Guillermo Felipe

Diseño de iluminación: Paloma Parra

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Ayudante de sonido: Beni Moreno

Ayudante de dirección: Raquel Alarcón

Residencia de ayudantía de dirección: Valle del Saz

Producción Buxman: Jordi Buxó, Aitor Tejada y Pablo Ramos Escola

Una coproducción de Teatro Español y Buxman Producciones

Teatro Español, Madrid

Hasta el 3 de abril de 2022

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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