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Escena de ‘La lucha por la vida’
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Escena de ‘La lucha por la vida’ (Foto: E. Moreno Esquivel)

'La lucha por la vida': el microcosmos del Madrid de hace más de un siglo

martes 09 de abril de 2024, 08:56h

Pío Baroja (Donostia/San Sebastián, 1872-Madrid, 1956), el insigne escritor vasco de la generación del 98, hizo un interesante y fiel retrato de la España que va desde finales del XIX hasta principios del XX en sus novelas La busca, Mala hierba y Aurora roja, una trilogía que agrupó bajo el título de ‘La lucha por la vida’, trasvasada ahora al formato teatral gracias a la modélicae intachable adaptación de José Ramón Fernández, Premio Nacional de Literatura Dramática, en estupendo montaje dirigido por Ramón Barea, Premio Nacional de Teatro. Permanece en la Sala Principal del Teatro Español de Madrid del 21 de marzo al 14 de abril.

Por el montaje, de casi tres horas de duración que parecen pasar en un santiamén, desfilan casi cien personajes en unas 60 escenas que interpretan diez actores, cinco mujeres y otros tantos hombres, que siguen al pie de la letra el dinamismo y la intensidad marcados para la acción por Ramón Barea, que también interviene como actor dando vida a Baroja, junto a Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas.

La inevitable síntesis de Fernández para dar cabida a lo esencial de la trilogía de Baroja, no le resta, sin embargo, un ápice de interés al resultado, y estoy seguro de que quienes no hayan disfrutado de la lectura del autor vasco lo harán más pronto que tarde después de acudir a la representación que comentamos.

Palabra, imaginación, interés creciente en una historia que Barea dibuja con precisión de orfebre y magnetismo cinematográfico. En ella brota la vida que atravesaba España entre finales del siglo XIX y principios del XX, en donde eran fruta común las diferencias de clase, el hambre, la corrupción, la miseria moral y la falta de futuro. Y, sin embargo, el montaje está lleno de situaciones cómicas que alejan el resultado final de un folletín lleno de adversidades y de amarguras (que también las hay).

Manuel, un adolescente soriano de familia humilde, llega a Madrid a la pensión en donde trabaja su madre, para intentar labrarse un futuro mejor. Apenas si permanece allí unas semanas porque muy pronto la patrona, que lo había puesto a hacer de camarero y recadero, sucumbe a las quejas de los huéspedes fijos, que no paran de meterse con el muchacho. Con 14 o 15 años, Manuel tiene que elegir permanentemente entre el bien y el mal para poder sobrevivir en un ambiente más que hostil por dónde pululan prostitutas, falsas marquesas, delincuentes de tres al cuarto, guindillas, coristas, pícaros, usureros, holgazanes, estafadores, pillos, desvergonzados y chulos.

El joven soriano, que luego se reencuentra con una hermana y un hermano que también recalan en la capital, se ve metido de cabeza en ambientes poco aconsejables de los barrios periféricos en donde las malas compañías brotan como las setas en época de lluvia. Lucha entre la indolencia y la vida aparentemente fácil del rateo y la picaresca hasta que, finalmente, consigue trabajar en una imprenta que tiene como clientes a todos los diarios de la época (El Heraldo, El Globo, El Mundo…), hasta que acaba por sentar cabeza.

El espacio escénico de José Ibarrola es minimalista y más que funcional (un muro al fondo, con una puerta corredera central y varias ventanas, y unos prismas del mismo material y color delante de ese muro…), que lo mismo sirve para evocar oficinas, pensiones, cárceles o barrios y domicilios de los personajes. El vestuario de Betitxe Saitua, versátil, evoca la época donde se sitúa la acción del drama. Otro tanto sucede con la música de Adrián García de los Ojos, con profusión de melodías y ritmos propios de aquel principio de siglo (pasodobles, chotis, cuplés, vals, habaneras o charangas). Y, en fin, los audiovisuales de Ibón Aguirre y la iluminación de David Alcorta configuran también los rasgos del paisaje de la obra y completan un todo armónico y homogéneo.

La interpretación coral del elenco es sobresaliente y resulta difícil señalar a ninguno de los personajes que habitan porque todos ellos conforman un paisaje más que creíble de aquella España afortunadamente ya irreconocible cien años después. Inasequibles al desaliento, los actores y las actrices cambian de personaje a la velocidad del rayo, y el resultado final es una función más que entretenida, informativa y formativa sobre un pasado que hoy nos parece más producto de la imaginación que de una historia real. Muy interesante.

‘La lucha por la vida’

Autor: Pío Baroja

Adaptación: José Ramón Fernández

Dirección: Ramón Barea

Reparto: Ramón Barea, Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas

Diseño de espacio escénico: José Ibarrola

Diseño de iluminación: David Alcorta

Diseño de vestuario: Betitxe Saitua

Diseño de espacio sonoro: Adrián García de los Ojos

Audiovisuales: Ibon Aguirre

Una producción del Teatro Arriaga en coproducción con el Teatro Español de Madrid

Teatro Español, Madrid

Hasta el 14 de abril de 2024

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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