El ganador de la gorra verde

No es extraño aficionarse a cualquier deporte, aunque parece cueste un poco más a las carreras de caballos. ¿Por qué? Asusta este mundo. Estereotipado en apuestas, en el alto poder adquisitivo que se necesita para adentrarse en él o en asuntos oscuros tan cinematográficos que hasta terminaron por crear estigma. Ninguno de ellos es 100% cierto pero son todos recurrentes. Si no sois aficionados no os dejéis engañar. Las carreras de caballos son otra cosa. Y los aficionados son tan diversos como nefastos anfitriones de lo suyo. No sabré nunca explicar esto, pero es así. Se supone que el Turf es un deporte en el que se no se necesitaría saber al principio mucho más allá que el ganador va a ser el de blanco con la gorra verde. Disfrutar de los animales, del entorno de un Hipódromo, de la apuesta (único deporte que la lleva implícita) sería más que suficiente. Y lo es. El problema es cuando se traspasa lo sencillo. Hay vienen curvas.

¿Quién es el aficionado que sabe de caballos? La respuesta es compleja. Sabe más el que más acierta. Esa es la lógica, pero también oirás que “acertar es de horteras” y también quién explica la derrota con más base científica que el estudio geológico estructural y geofísico del cabo San Román. O quiénes, a los que su dignidad acompaña hasta en las tareas más mundanas, te rebaten líneas de orígenes de caballos y en el momento que frunces el gesto por no conocer lo que es el imbreeding te miran con la superioridad que miraban los de octavo de EGB a los de quinto. Porque sí. Todos ellos han estudiado la EGB. Son mayores y en eso coinciden en el Hipódromo los aficionados. No en su sabiduría. Sino en su tiempo. Casi todos hemos visto muchas carreras, pero no todos somos iguales. Yo me sigo quedando con quien acierta el ganador de la gorra verde. Le trato con cariño, aunque en el fondo me joda la suerte del novato. Yo también la tuve. Lo que pasa es que no me acuerdo.