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Pink Floyd: 50 años del lado oscuro de la luna
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Pink Floyd: 50 años del lado oscuro de la luna

martes 28 de febrero de 2023, 16:52h

'The Dark Side Of The Moon', la obra cumbre de Pink Floyd, cumple 50 años en medio de las habituales disputas entre Roger Waters y David Gilmour, además del sorprendente anuncio del primero de que ha vuelto a grabar el disco en solitario sin la autorización ni el permiso de los otros dos miembros vivos de la banda, el propio Gilmour y Nick Mason. Noticias que no nos deberían desviar de lo importante, celebrar un disco que fue un antes y un después, no solo para la banda, sino para toda la música rock.

Y es que este fue el disco que convirtió a Pink Floyd en un fenómeno masivo a la altura de Led Zeppelin o los Stones, el disco con el que salieron definitivamente de la sombra de su primer líder, Syd Barrett, y el primero en el que Roger Waters se hacía con las riendas del grupo, siendo el responsable de todas las letras y la dirección general de la banda.

Eso sí, esto todavía no era la dictadura autocrática que daría vida a 'The Final Cut', un disco en solitario de Waters a todas luces, con Gilmour y Mason como simples músicos, sino que 'The Dark Side Of The Moon' todavía fue el trabajo de una banda que trabajaba como tal y en la que la música era responsabilidad de los cuatro, con brillantes aportaciones de cada uno, a pesar de que ahora Waters quiera reescribir la historia y haya declarado eso de "Yo escribí ‘The Dark Side Of The Moon’, vamos a dejarnos de toda esta mierda de ‘nosotros'".



El hecho de que el anuncio haya llegado después del grosero ataque de Gilmour y su esposa, Polly Samson, tampoco ha ayudado a calmar las aguas entre los antiguos compañeros. Pero este artículo no va sobre ponerse de un lado u otro, sino de celebrar un disco mítico (y además excepcional) que este 1 de marzo celebra su 50 aniversario.

Pink Floyd habían alcanzado el éxito en su primera formación gracias al carismático Syd Barrett, figura principal de la psicodelia inglesa, que mezclaba alucinógenas ‘jams’ espaciales con gemas pop con fuertes raíces británicas. Su primer disco 'The Piper At The Gates Of Dawn' fue una maravilla y les garantizó una carrera casi de por vida, pero Barrett había quedado fuera de combate por una explosiva mezcla de problemas mentales y LSD. La banda había fichado al amigo de Barrett, David Gilmour, para que le supliera en la guitarra en los directos pero, tras poco tiempo, acabaron abandonando del todo al disfuncional líder.

Reemplazar al cantante y compositor principal no es una tarea sencilla y no lo fue para los Floyd que sobrevivieron gracias a su pericia en directo y a un periodo en el que todos aportaban canciones. Su futuro empezó a parecer más brillante cuando grabaron el notable 'Meddle', sobre todo la épica ‘Echoes’ con la que encontraron el sonido que les haría famosos.



Fue Waters, cada vez más ambicioso, el que decidió unir ese sonido con sus preocupaciones personales, mucho más terrenales que las odiseas espaciales y cuentos de gnomos y espantapájaros de Barrett. El bajista quería crear una obra con connotaciones políticas y filosóficas y hablar de las cosas que más le preocupaban, la vida y la muerte, el dinero y la fama... o la enfermedad mental que se había llevado por delante al tipo que le hizo famoso en primera instancia. El nuevo disco iba a estar unido por un concepto, y toda la banda estuvo de acuerdo con Waters en eso.

La música fue surgiendo entre los cuatro, aunque se utilizaron piezas anteriores, 'Us And Them' venía por ejemplo de una pieza que Richard Wright había escrito para la banda sonora del 'Zabriskie Point' de Antonioni. El proceso fue totalmente cooperativo, la banda estaba en un gran momento creativo y trabajaba junta en la música, no había imposiciones y todos estaban abiertos a las sugerencias de los otros.

Para darle ese sentimiento de unidad se decidió unir cada pieza musical del disco, para ello utilizaron a un tipo que ya había trabajado con la banda que sirvió de inspiración para esto, los Beatles, principalmente la segunda cara de 'Abbey Road', era el ingeniero de sonido, Alan Parsons. El resultado es una obra que fluye sinfónicamente, con una coherencia musical sin fisuras, que se entrelaza con los temas líricos del disco, como la locura y la alienación.

También es muy importante en su sonido la utilización de sonidos electrónicos hechos con sintetizadores, además de todo tipo de sonidos reales como relojes, alarmas, campanillas, cajas registradoras, pisadas, risas y conversaciones de fondo, 'The Dark Side Of the Moon' fluía como una sinfonía rock pero con canciones de cuatro o cinco minutos, sin las largas ‘jams’ de una cara que se extienden más allá de los 10 minutos. Puede que esa fuera una de las razones de su colosal éxito.



El disco se abría con unos latidos a los que se unía el tic tac de un reloj y una caja registradora mientras una voz decía cosas como “siempre he estado loco”, los temas del disco ya se pueden apreciar en esta pieza instrumental creada por Mason, el nacimiento, el trabajo y la locura, antes de un grito escalofriante que de paso a la relajante 'Breathe (In The Air)', una gran línea de bajo y una susurrante guitarra slide nos dan la bienvenida a un disco único.

Gilmour toma la voz cantante en uno de los grandes temas de la banda, a pesar de no alcanzar los tres minutos de duración. 'On The Run' era un instrumental a mayor gloria del sintetizador EMS Synthis AKS, una intrigante pieza electrónica que se disuelve en los relojes que abren la magistral 'Time', una pieza con Gilmour nuevamente de cantante principal, aunque Wright es la voz principal en el puente, con Gilmour haciendo una gran segunda voz, eso sí, uno de los momentos álgidos es el solo del guitarrista (una maravilla de la que no reniega ni Waters, ni siquiera después de que Gilmour le llamara “antisemita, megalómano e hipócrita” y El País le atribuyera que iba a eliminar “los horribles solos de guitarra”, Waters salió al paso y tuvo que dejar claro que “adoro los solos de guitarra de Dave en 'The Dark Side Of The Moon', y en 'Wish You Were Here', en 'Animals', en 'The Wall' y en 'The Final Cut'. Tal y como lo veo, esos solos constituyen una colección por sí sola de algunos de los mejores solos de la historia del rock & roll”).



La primera cara se cerraba con otra de sus cumbres emocionales, una pieza instrumental de Wright a la que invitaron a la vocalista Clare Torry que creó una pista en la que su voz es un instrumento más, logrando emocionar sin utilizar una sola palabra. La pista ya estaba grabada cuando fue invitada y fue Gilmour el que la dirigió, aunque el resultado es tan personal y evocador que años después hubo que darle una más que merecida porción de su crédito compositivo.

La segunda cara se abría con el ritmo de una caja registradora sobre la que se construía la mítica ‘Money’, una de las tres canciones del disco compuesta en su totalidad por Waters, tanto música como letra, aunque en este caso es la única que canta Gilmour. Fue el primer sencillo de la banda con éxito en EEUU y una de las razones de su tremendo éxito, con su exigente compás de 7 por 4 que se cambia al más habitual de 4 por 4 en el roquero solo de Gilmour. El órgano de iglesia de Wright da paso a 'Us And Them', otra canción enorme, con un gran solo de saxofón a cargo de otro invitado de lujo, Dick Parry. Ese mismo sonido de terciopelo del saxo de Parry está en la voz de Gilmour que vuelve a demostrar que es el mejor vocalista de la banda.

'Any Colour You Like' es el tercer instrumental del disco, volviéndose a demostrar que la interacción entre los cuatro miembros es absolutamente increíble y que Pink Floyd funciona mejor como la suma de sus partes que como grandes solistas (a pesar de que todos ellos, principalmente Gilmour, lo eran). Para el final Waters toma las riendas definitivamente con las dos canciones que sirven de cierre al disco en las que ejerce como único compsitor y cantante principal, 'Brain Damage' y 'Eclipse', volviéndose a hacer presente la huella de Barrett, el diamante loco que lideró la banda, "The lunatic is on the grass".

Es el perfecto final para un disco en el que Waters se hacía definitivamente con las riendas de la banda e intentaba alejarla de los viajes interestelares de Barrett para crear algo mucho más personal y terrenal. Aun así, el disco se convirtió en la banda sonora de muchos viajes fumetas en los años 70, viajes que llevaron a muchos al lado oscuro de la luna, algunos incluso tomando desvíos de lo más divertidos por el camino de baldosas amarillas de Oz. Pero lo que está claro es que este es el disco que puso finalmente a Pink Floyd en el panteón de las grandes bandas de la década y dio inicio a su fase más recordada, la de los grandes discos conceptuales de la que esta obra sigue siendo la joya de la corona.

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