Mi cáncer de mama y yo: La verdadera impunidad

Sí, me eduqué en un colegio religioso, sólo había un cura que venía un día a la semana y ellas, las “madres”, revoloteaban a su alrededor como abejorrillas roneantes. Comenzaban a no llevar hábito y las recuerdo a todas con pelo corto, juraría que se lo cortaban entre ellas con una tijera de esas cuadradas, y zapatones planos de goma y punta muy cuadrada como las tijeras. Lucían súper orgullosas su alianza de “casadas con Dios” y, aunque en algunos casos no tenían ni la secundaria, como nuestra profesora de pretecnología (mira tú que visionarios con el nombrecito que preveía la llegada de artilugios que harían inservible el “pre”), se encargaban de inculcarnos los valores que deberíamos abanderar de por vida. En general no se les detectaba maldad de esa que sale de dentro aunque, sí es cierto, que allí se sabía perfectamente la que era “pobre” y le daban de comer en el colegio o la que era de estupenda familia. Llevaban la mandíbula elevada a distintos niveles gracias a los estereotipos creados por tanta beneficencia.

He de reconocer que, en ocasiones, tenían ideas muy dañinas. Parece que estoy escuchando aún el “speech” de la peligrosa “mujer caballito” con pelos y señales. Una lata, porque luego hasta que desmontas todo eso que no te cuadra y te das cuenta de que precisamente es ésa mujer a la que te quieres parecer, inviertes tiempo y energía mientras rebosas y rebosas frustración.

Una vez argumentado mi punto de vista que concluye en que estas mujeres no sólo tenían cuadradas las tijeras y los zapatos, he de decir, que hoy en día tengo un motivo para alegrarme de haberlas conocido. Me he reunido, después de 30 años (¡¡¡¡ahhhh!!!!) con un grupo de “ex-alumnas” maravillosas.

Con ellas y mi hermana pasé mi séptimo y penúltimo ciclo de quimio ya que, además de en la vida, coincidimos en las citas de la oncóloga sin haberlo previsto. Hablábamos por la “red social” hace un tiempo de nuestra enfermedad común pero el encuentro fue todavía mejor, tres mujeres llenas de fuerza, esperanza, sensibilidad y sentido del humor, ¡que maravilla!

La oncóloga me dijo que tenía las analíticas perfectas: bien de defensas, bien de azúcar en sangre, bien de hierro...o sea, que era apta para mi sesión de líquido que “brilla en la oscuridad”.

Lo peor, como siempre últimamente, el bajonazo moral de la semana siguiente (a ver si en pareado su recuerdo es más llevadero).

El estómago molesta algo pero es lo de menos: la desazón, la incapacidad de centrar tu cabeza en algo y realizar una tarea imposible como comprar dos radiadores, la ansiedad, la tristeza, lo poco que te acompañan las circunstancias de tu vida...en fin, un cuadro que como le decía ayer a mi compañera de fatigas, Susana, nos hará impunes para toda la vida.

Con respeto a mi vida laboral, ya me he reincorporado a Iberia, de baja, pero reincorporada tras la accidentada excedencia.

He ido y vuelto a Madrid en el mismo día y todo el mundo en mi empresa se ha portado de maravilla. Me habría encantado ver a mis chicas y chicos de Madrid, pero no he tenido mucha fuerza para quedarme. Me apetecía volver a casa y eso hice. Rebeca no me permitió hacer ni un recado sola y se vino a Barajas a acompañarme y, de paso, a dinamizar mis gestiones, que yo estoy muy lenta. ¿Me habré quedado en estado Zen o alelada de por vida? En cualquier caso, algo habré hecho yo en vidas anteriores para tener gente tan maravillosa en esta.

Gracias también a mi “amiga en la distancia” a la que conocí mejor mediante este foro y no pude ver estos días que estuvo más cerca. Enhorabuena por tan buenas noticias.