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Del 1 de febrero al 4 de marzo en el Teatro La Latina

'La sonrisa etrusca', una historia de amor tardía

lunes 06 de febrero de 2012, 18:45h
Con las grandes historias literarias te la juegas se las revives en la gran pantalla; sin embargo, libros y telones son almas gemelas. Después de 25 años en las librerías, 'La sonrisa etrusca', la magnífica novela de José Luis Sampedro, se adapta al teatro y nos habla sin tapujos del amor en todas sus formas y del deseo de abrazar lo auténtico en una época de imposturas. José Carlos Plaza y Juan Pablo Heras -director y responsable de la adaptación- han lidiado con la difícil tarea de llevar al teatro la obra de Sampedro, cuya cronología, repleta de flashbacks, hace aún más difícil la puesta en escena. Posiblemente esta dificultad sea la culpable de que la obra abuse un tanto de la voz en off y de la gran responsabilidad que recae en el escenario sobre los actores.

  • Copyright David Ruano. Teatro La Latina


  • Copyright David Ruano. Teatro La Latina


  • Copyright David Ruano. Teatro La Latina

Héctor Aterio, 84 años, y el peso pesado de esta obra representa a Salvatore, el anciano protagonista, un viejo campesino calabrés que deja su tierra natal afligido por un cáncer para instalarse en la casa de su hijo en Milán, donde recibirá la asistencia médica necesaria para combatir su enfermedad. La personalidad tosca, desconfiada y machista de Salvatore chocará frontalmente contra el estilo de vida de la ciudad, un pulso que está a punto de perder hasta que encuentra el cariño de su nieto, Brunettino, cuyo descubrimiento cambiará radicalmente el curso de la historia. La novela es un análisis de ese traspaso de testigo del abuelo al nieto; Salvatore se redescubre en su nieto, en el que se representa a la perfección la ternura que un viejo anciano habría sentido jamás por nadie.

Algo tan difícil como comprimir más de trescientas páginas en dos horas de teatro tiene en esta ocasión una complicación añadida: no existe actor para encarnar al niño de trece meses que cambia la vida del anciano Salvatore y representa la esencia del amor en esta historia. Sin embargo, tanto el adaptador Juan Pablo Heras como los actores, han sabido suplir este infortunio y redireccionar la obra al punto necesario para que los espectadores no echen en falta ningún pilar en la interpretación.

En este punto comienza la cara más amable del texto, con monólogos cargados de sentimiento y una prosa mucho más poética. El anciano cascarrabias del principio se convierte en un ser tierno, bondadoso y capaz de canalizar el afecto como no supo hacerlo con su hijo. De repente el protagonista se aferra a la vida, un sentimiento al que contribuye un tercer personaje, Hortensia -interpretada por Julieta Serrano-. Entre ambos surgirá un romance, más que sexual de comprensión, cariño y amistad, algo parecido a un amor de otoño tardío que aporta aún más ternura al escenario.

Sobre Héctor Alterio y Julieta Serrano recae la responsabilidad de vertebrar la trama, si bien Alterio es, sin duda alguna, el perfecto actor para esta obra. El personaje para el actor y el actor para el personaje. Sólo por ver su maestría en el escenario merece la pena ver la función. La progresión del personaje desde la tosquedad a la transformación en sensibilidad, sus gestos, sus miradas, todo, hace a Bruno-Salvatore de carne y hueso.

En lo formal. Es una obra que abusa de ciertos elementos, como las proyecciones sobre las paredes de la habitación desnuda que nos ubican en uno u otro espacio, o la voz en off de Salvatore - líneas que en ocasiones tendrían más fuerza en boca del propio Alterio-. Lo mismo que puede no convencer la irregular labor de los secundarios. Sin embargo, de este espectáculo quedará la ternura y la emoción sabida de la historia que nos cuenta, que llega al público, que emociona y que es, sin duda, una gran apuesta que cautivará a los amantes del telón.

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