'Tabú': Entre lo soporífero y lo fascinante

La primera parte parece más influida por Manoel de Oliveira que por Murnau. Situada en el Portugal actual, Miguel Gomes nos cuenta la relación entre Pilar (Teresa Madruga), una solitaria y bienintencionada mujer, y sus vecinas, la anciana, y ludópata, Aurora (Laura Soveral) y su criada caboverdiana Santa (Isabel Muñoz Cardoso). Es una película lenta y aburrida. Sólo hay una escena de interés, ese relato del 'sueño  del mono loco' en el casino que interpreta tan bien Laura Soveral en un psicodélico primer plano. Lo demás se resume en una mezcla de sopor combatida por una fuerte irritación. Pero en eso aparece el personaje de Ventura, nos vamos al pasado africano de Aurora y la película cambia por completo.

Es entonces cuando comienza el homenaje a Murnau y su película. En ningún momento alcanza el esplendor del mejor director de cine mudo de la historia pero alcanza grandes momentos de cine. Puede que la voz en off resulte en muchas ocasiones redundante pero las imágenes cobran vida y los actores que dan vida a Aurora y a Ventura de jóvenes, Ana Moreira y Carlotto Cotta, exudan química.

Ese sí que parece un homenaje a un cine añejo melodramático y de aventuras, no es casual la referencia a una película inexistente 'It will never snow again over Kilimanajro' pero que podría ser perfectamente 'Las nieves del Kilimanjaro', el melodrama africano con Gregory Peck y Ava Gardner. Aunque, en parte, a lo que más recuerda esta parte es a un 'Memorias de África' en blanco y negro. Pero es que Gomes ejerce aquí de cinéfilo y logra conectar con algunos momentos de la primera parte, gracias a su utilización de una versión en castellano del 'Be my baby' de Phil Spector. No quedan ahí las referencias a Spector pues Gomes pone al grupo de Ventura a interpretar la versión del 'Baby I love you' de los Ramones en una fiesta de la piscina.

Es una pena que ese inicio tan aburrido lastre la buena sensación que deja la segunda parte. Si alguien llegase a la película 40 minutos tarde tendría la impresión de haberse perdido algo realmente importante, lo malo es que lo único que se habría perdido es una soporífera revisión del Oliveira más cargante.

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