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lunes 28 de agosto de 2023, 23:50h

Colmenar: a Castella y Talavante les tocan dos orejas en la tómbola de La Corredera

La vida es una tómbola, ton ton tómbola, que cantaba Marisol hace tiempo, cuando el antiguo coso colmenareño de era duro de pelas y las orejas llegaban con cuentagotas. Ahora, desde hace demasiados años, es en la nueva Corredera donde rifan trofeos que casi siempre tocan. Ya hay que estar mal rematadamente mal para no echar alguno en el esportón de los toreros. Como estuvo con las armas toricidas Diego Ventura, que se fue de vacío. No así Castella y Talavante, que obtuvieron doble premio.

Claro que, cual establece el conocido aserto, de dinero y santidad, la mitad de la mitad. Pues, eso acontece con las orejas. Con un encierro sosote y noblote, justo de fuerzas y cambiado con un puyacito de Conde de Mayalde, y que en ningún momento produjo emoción; o sea, muy del gusto de las figuras, el francés, cuya labor al manso primero no pasó de la ‘vulgarité’, se enmendó muy en su línea con el otro. Lo aprovechó con cinco estatuarios y el habitual pase cambiado por la espalda, después, con un punto de ventajismo, se gustó con cierto desmayo en los redondos. Hasta que el pobre animal sufrió un volteretón y casi se acabó, por lo que Castella tiró del recurso de las manoletinas, espaldinas y el arrimón con su enemigo casi muerto en vida. Incluso sonó un aviso antes de entrar de dejar un espadazo desprendido, lo que no fue óbice para que la tómbola presidencial le premiara con el doble trofeo.

También Talavante comenzó su faena al tercero con otros estatuarios para andar fácil y aseado, también casi siempre al hilo, por ambos pitones, y a pesar de otra estocada defectuosa le tocó un trofeo. Al menos el extremeño cascabeleó su faceta artística, sobre todo al natural, con el encastado que cerró función. Esta vez comenzó con bellos doblones por bajo y el del desprecio mirando al tendido y con poso y reposo –mas no muy embraguetado- disfrutó con el animal con algunos momentos recordando al de su anterior época. La labor fue capicúa, porque igualmente la concluyó por abajo y tras un pinchazo lo despenó de una estocada trasera y desprendida, por lo que el palco sólo le obsequió con una oreja para que saliera a hombros junto a Castella.

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