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Uno de los pases en redondo de Emilio de Justo a su segundo toro, al que cortó una oreja. (Foto: Alfredo Arévalo Plaza1) |
San Isidro: vulgaridad de un Roca sin entrega y oreja de escaso fuste artístico para De Justo
viernes 23 de mayo de 2025, 23:11h
Expectación máxima con la reventa por las nubes. Volvía el Rey de la taquilla a la escena del crimen -que no otra cosa es que te echen un toro al corral, cual aconteció en 2024- se supone con ansias de enmendar el petardo. Se barruntaba nueva polémica, porque el minoritario público entendido le iba a exigir de nuevo y el mayoritario resto apoyaría a su ídolo. Roca iba a protagonizar una versión táurica de ‘Con él llegó el escándalo’. Y no pasó nada. O sí, que el peruano, que había elegido la divisa de los bureles a torear, de Victoriano del Río, casi pasó de puntillas por la tarde. Cercano al pasotismo en actitud y vulgar, muy vulgar en su toreo o lo que fuese aquello, lo que protagonizo fue un nuevo fracaso menos llamativo pero fracaso. Al menos Emilio de Justo, que se llevó una oreja de escaso fuste, y Tomás Rufo, que dio vuelta al ruedo en el último, le echaron más ganas, aunque de toreo hubo poco y de ventajismos mucho: nada nuevo bajo el sol y sombra.
En el pecado ha llevado la penitencia el también Rey del escalafón, porque ante el compromiso de levantar su fracaso, echó mano de los de Victoriano, paladines del toro moderno, justos de presencia, bravura y casta, cómodos y obedientes. Cuando la empresa y el público -entendidos y el resto- habrían estado encantados de que Roca escogiera otros hierros, de esos de los que huyen las figuras: por ejemplo Victorino, Dolores, Escolar y Pedraza, que se anuncian en el ciclo. Mas el peruano se apuntó -léase escogió- a los ‘victorianos’, que no victorinos. Su lote, muy blandos ambos, era descastado pero nobilísimo, casi ofreciendo sus orejas, pero Roca anduvo por allí sin un ápice de algo que se acercara al toreo. Pasota y despegado ante el primero al que citaba desde la M-30, y vulgar en el trotón quinto que rayaba la invalidez.
Algo se aproximó al toreo De Justo en una faena de largo metraje al cuarto, que iba y venía por allí ofreciendo su sacrificio para el triunfo y con el que el extremeño brilló a ráfagas en redondos, naturales -varios de frente- y pases de pecho, muy jaleados por el cotarro también facilongo. Más destacó en los inspirados adornos finales, con una trincherilla monumental, y en un estoconazo a ley. En menor dimensión muleteril había estado en el que abrió festejo, al que llevó al quite galleando en airosas chicuelinas a las que respondió Roca por idéntica suerte y se motivó De Justo ¡también por chicuelinas¡ en un alarde de originalidad.
Rufo también se ganó restallantes ovaciones de los espectadores frente al único encastado de la tarde, el último, en una labor entregada y a veces templada y ligada, igualmente jaleadísima, pero citando casi siempre desde la plaza de Manuel Becerra, que está tan lejos como la M-30. Sí, es verdad que hubo algún buen muletazo pero el toledano no anduvo a la altura de la calidad del animal, que embestía muy humillado, aparte de marrar con las armas toricidas. Con su anterior enemigo empezó la faena de rodillas y también hubo muchos pases y pocos buenos hasta que el animal se le rajó. El que sí brilló y enardeció al público, entendidos incluidos, fue su subalterno Fernando Sánchez, que hizo lo mejor y más torero del festejo clavando los rehiletes con verdad y arte.
FICHA
Toros de VICTORIANO DEL RÍO, bien presentados en general, con 2º y 3º más terciados. Todos descastados, a excepción del 6º, manejables y flojos. EMILIO DE JUSTO: silencio tras aviso; oreja. ROCA REY: silencio con algunos pitos; silencio tras aviso. TOMÁS RUFO: silencio tras aviso; vuelta. Plaza de Las Ventas, 23 de mayo, 13ª de abono. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).