Si hace 50 años a alguien se le ocurre decir que hoy se formarían parejas a través de algo que se llamaría internet, o que en nuestras casas habría más mascotas que niños, se le tacharía de iluso, de pedante estrafalario, de subversivo o hasta de loco. Pero, ¿y si hoy alguien plantea que en un futuro no muy lejano los robots llegarán a ser, incluso, hasta nuestros partenaires sexuales? No, hoy nadie se rasgaría las vestiduras por escuchar una hipótesis como esa. Y no, no ha sido Asimov, sino Íñigo Guardamino -Castigo Ejemplar Yeah, Sólo con tu amor no es suficiente, Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte, Monta al toro blanco…-, quien ha llevado a las tablas del María guerrero esa distopía en ‘Metálica’, en un montaje tan divertido como interesante e incómodo, y que él mismo dirige.
Magnífico elenco, futuristas escenografía (ideada por Paola de Diego, quién diseña, además, el vestuario) y ambiente sonoro y musical (firmados por Fernando Epelde), y sugerente iluminación (obra de Bea Francos Díez). Con mimbres tan sólidos, ‘Metálica’ no podía ser más que una propuesta tan cautivante como incómoda, tan divertida como intranquilizante, tan futurista como realista.
Año 2044. En escena, tres parejas de distinta edad e inquietudes: la formada por Esther Isla (Zoe, graciosísima y con un desparpajo envidiable) y Rodrigo Sáenz de Heredia (Pol, hombre serio, natural, cercano, políticamente correcto y aparentemente transparente); Marta Guerras (una muñeca robot fría, complaciente, insaciable y seductora) y Carlos Luengo (Verti, un adolescente al que le intimidan las chicas de carne y hueso, y que se zambulle en las depravaciones más oscuras con su muñequita metálica), y Sara Moraleda (Jana, joven ingeniera experta en inteligencia artificial) y Pablo Béjar (primero el novio de Jana, y luego su robot humanoide, sustituto del primero). Un elenco equilibrado, sólido al que Íñigo Guardamino sabe sacar el máximo partido y que hace las delicias del público construyendo una historia verosímil y oscura.
Humor negro, ácido, corrosivo al servicio de una historia que dinamita los planteamientos éticos o religiosos que han podido regir las vidas de los humanos hasta mediado el siglo XXI. Ahora los hombres y mujeres no se mueren, sino que inician su “transición a la no vida”, y los robots humanoides han sustituido incluso a las mascotas (al fin y al cabo, no hay que sacarlas a defecar o a que orinen…), y hasta pueden convertirse en los mejores amigos y amantes porque nunca dicen que no a nada y emiten las palabras justas, aquellas que saben que quieren oír sus amos. A cambio, simplemente la deshumanización más atroz.
Los robots son programados para dar respuestas a nuestros estados de ánimo, a nuestros pensamientos más íntimos, a nuestros sueños más ocultos. No hay necesidades humanas que un robot no pueda satisfacer plenamente. Incluso la sexualidad más oculta, más depravada o más inmoral. Ellos no tienen alma, no sienten ni padecen. Cada vez estamos más cerca de aquel “mundo feliz” que dibujase Aldoux Huxley. El futuro ya está aquí, a la vuelta de la esquina, dentro de un cuarto de siglo, en 2044, en ‘Metálica’.
‘Metálica’
Texto y dirección: Íñigo Guardamino
Reparto: Pablo Béjar, Marta Guerras, Esther Isla, Carlos Luengo, Sara Moraleda y Rodrigo Sáenz de Heredia
Escenografía y vestuario: Paola de Diego
Iluminación: Bea Francos Díez
Música y espacio sonoro: Fernando Epelde
Canciones: David Ordinas (música) e Íñigo Guardamino (letras)
Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo
Diseño cartel: Javier Jaén
Fotos: Mario Zamora
Una producción del Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero, Madrid
Hasta el 9 de junio de 2019