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Portada de 'Prelude To Ecstasy' de The Last Dinner Party
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Portada de 'Prelude To Ecstasy' de The Last Dinner Party

Crítica de 'Prelude To Ecstasy' de The Last Dinner Party: destrozando prejuicios a base de temazos

viernes 02 de febrero de 2024, 15:57h

Después de la pandemia parecía que todo el mundo iba por la instrospección y la calma, bien pues The Last Dinner Party han decidido con su disco de debut, 'Prelude To Ecstasy', que si este es el fin del mundo, que lo sea con un estallido o, en sus propias palabras, "con una decadente y extasiante última cena", lo increíble de su estupendo debut es su absoluta falta de prejuicios que se gastan mezclando glam e indie rock, hard rock con rock gótico, o cualquier otra cosa que se les ocurra.

Calificación: 9/10

Una batidora de sonidos que hace 30 o 40 años hubieran sonado incompatibles, si te gustaba Siouxsie odiabas a Queen, si te gustaban los de Freddie Mercury despreciabas a los góticos, a nadie se le hubiera ocurrido que se pudiera hacer rock gótico y pomposo a la vez, a nadie se le hubiera pasado por la cabeza que un disco podía tener una especie de lamento folk en albanés, 'Gjuha', y en la siguiente canción sonar como los Sparks más alocados y divertidos, estoy hablando de 'Sinner'.

Si en 1979 el conocido crítico de rock Robert Christgau decía que ABBA "era el enemigo" y los puristas lucían camisetas con el lema "Disco Sucks", las británicas han decidido que aquí lo único que "apesta" son los prejuicios, así que han decidido acabar con ellos a golpe de temazos.

Su teatralidad las emparenta con Kate Bush, sus melodías más poppies con ABBA, son góticas y barrocas, Glam e indies... son todo a la vez al mismo tiempo y en todas partes, pero consiguen la patente de corso de los buenos piratas, detrás de todos sus robos y "homenajes" han encontrado algo parecido a un sonido propio, una batidora de sonidos en la que entran muchas cosas pero sale un algo personal. Lo que les evita el inevitable riesgo de convertirse en un pastique pretencioso tipo The Darkness es su humor y su pasión, su increíble capacidad para conectar temas literarios y artísticos con el Siglo XXI, la alta cultura con lo 'kitsch', la sustancia con las ganas de pasárselo bien.

El disco empieza como si estuvieras a punto de ver una mega superproducción de Hollywood, un preludio de Leonard Bernstein mientras surgen los títulos de crédito, no se esconden en ningún momento, esto es fastuoso, pomposo (en el mejor sentido) y va a lo grande. Lo increíble es que cuando suena la primera canción, todo eso se confirma pero se mezcla con toques góticos y oscuros, en la mejor tradición de Siouxsie & The Banshees, tonos pastel y oscuros mezclándose en una extraña mezcolanza entre Murnau y Cecil B. De Mille.

En la espectacular 'Caesar on a TV Screen' se ríen de esa manía masculina de ansia de poder, de ver quien la tiene más larga y lo hacen a través de referencias al Imperio Romano (que apropiado, ¿verdad?) "cuando era un niño, no me sentía como un niño sino como un Emperador con una ciudad que quemar", mientras que 'The Feminine Urge' comienza con el mítico golpe de batería del 'Be My Baby' producido por Phil Spector, luego entra una guitarra ctipo James Bond y la melodía recuerda a Lana del Rey, claro que la canción tampoco se queda ahí, convirtiéndose en un imparable tema de indie rock con una de esas melodías por las que morir.

Claro que hablando de la sombra de Lana esta ya se podía ver también en uno de los 5 fantásticos sencillos de adelanto, la balada 'On Your Side', y no solo musicalmente, sino también sobre esa letra que gira sobre una relación tóxica en la que es imposible romper ese vínculo. 'Beautiful Boy' es una balada de piano escalofriante que va subiendo en intensidad y en florituras vocales que recuerdan al pop más barroco y florido.

En 'Portrait of a Dead Girl' el parecido vocal con Siouxsie es evidente, cantando con esa especie de desapego, pero la música es bombástica, con solo de guitarra incluido, como ocurre en los temas que les han creado ese 'hype' que esta vez sí hay que creer, ese pegadizo sencillo llamado 'Nothing Matters' y esos riffs crujientes de 'My Lady Of Mercy' donde Abigail Morris juega con el imaginario católico, y Juana de Arco, para convertirlo en algo sexy y sensual.

Cierran el disco con 'Mirror', la canción más larga del disco, la única que pasa de 5 minutos, con ecos de Morricone y de bandas sonoras en la música, en ningún momento a lo largo del disco The Last Dinner Party eligen dejar las cosas simples, sino que siempre van hacia algo más, buscando la grandiosidad de su sonido con un resultado sencillamente abrumador, estático y un punto decadente.

Esta es la música que suena en el Titanic digital del Siglo XXI, mientras todo se va a la mierda, una banda ha decidido que eso no quita para poder seguir pasándoselo bien mientras todo se hunde, se han vestido para la ocasión y ofrecen un festín de sobrecarga sensorial, pompa, decadencia y esteticismo... Son el sueño febril de Dorian Grey hecho música, son jóvenes, hedonistas y no piensan pedir disculpas por ello: "Hay cera de vela derritiéndose en mis venas/ Así que me mantengo de pie en tus llamas". Un disco y una banda que van a dar mucho que hablar.

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