Celebramos la vuelta de Sergio Peris-Mencheta a la dirección escénica con un impactante Blaubeeren’ (arándanos, en alemán), a partir de un texto de Moisés Kaufman y Amanda Gronich, que puede verse hasta finales de este mes de junio en los Teatros del Canal, y detrás de tan críptico título otra tétrica y vergonzosa historia —desgraciadamente real— sobre el confinamiento y la aniquilación de miles y miles de judíos provenientes de toda Europa que el nazismo llevaba a ejecutar en campos de concentración como el de Auschwitz.
La hora y media aproximada de montaje mantiene al público absolutamente embebido en cuanto pasa sobre el escenario de la Sala Verde de los Teatros del Canal, momentáneamente transformado en el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos a través de una sencilla, contundente y brillante escenografía de Alessio Meloni que ilumina con esmero de museólogo Pedro Yagüe, e ilustrado por la delicada música de Joan Miquel Pérez, el vestuario de Elda Noriega, los precisos sonido y audiovisuales de Benigno Moreno y Emilio Valenzuela, respectivamente, y el atrezo de Eva Ramón.
Muy bien la interpretación del elenco al completo, que multiplica sus papeles como historiadores, oficiales nazis, ancianos o músicos a lo largo de todo el montaje: Clara Alvarado, Víctor Clavijo, Eric de Loizaga, Nacho López, Irene Maquieira, Natxo Núñez, María Pascual y Paloma Porcel.
En forma de teatro documento, Peris–Mencheta presenta con la objetividad de un entomólogo una historia que puede sucederle a cualquier museo, también al del Holocausto de los Estados Unidos. Allí, su directora de archivos, Rebecca Erbelding, examina minuciosamente un álbum de fotos que un militar estadounidense les ha remitido. Esas imágenes muestran a un grupo de oficiales nazis que posan pacíficamente en una especie de balneario de ensueño que nadie asociaría al campo de concentración de Auschwitz. Es una isla de recreo y de placer construida justo al lado del campo para que sus administradores disfruten de cuando en cuando de su estresante y delicada “labor” del día a día en el matadero de Auschwitz. En él no faltan tampoco jóvenes y bellas mujeres , las Helferinnen, que lo mismo actúan como guardianas que como una especie de azafatas dispuestas a todo para que los oficiales comprueben que el paraíso está allí mismo, en Solahütte, justo al lado del campo de concentración, como sucedía en la película de Jonathan Glazer, La zona de interés, con esa mansión de un oficial nazi viviendo una realidad paralela con su idílica familia, minutos después de dar la orden de ejecución en la cámara de gas para un nuevo grupo de cientos de judíos.
Las conversaciones y el avance de las investigaciones de historiadores y documentalistas del Museo concluyen en que el álbum pertenecía a Karl Höcker, un empleado de banca que, movido por su fino instinto, se afilia al partido de Hitler y, una vez iniciada la II Guerra Mundial, se ve con los galones de teniente y es destinado a Auschwitz. Allí convivirá con personajes tan siniestros como: el doctor Mengele, o Heinz Baumkötter, médico de las SS…
Hijos y nietos de esos oficiales, muchos años después reconocen en esas fotos a sus familiares, descubren que han vivido engañados durante mucho tiempo y ahora tratan de reconstruir su verdadera historia a pesar del dolor y la rabia que les provoca la situación.
La historia se complementa con el descubrimiento de un segundo álbum aportado por Lily Jacob, una entonces niña deportada junto a su familia a Auschwitz. Esas fotos contienen el otro lado de la moneda, la inhumana situación que vivían los judíos de puertas adentro, allí confinados e intuyendo que el futuro de sus vidas estaba muy cerca y nada podían hacer para detenerlo.
Un montaje desgarrador, contundente y avergonzante que nos recuerda que también aquellos campos de concentración, aquella situación de violencia extrema no ha terminado, y que hoy basta con mirar hacia ciertos conflictos que están ahí al lado, a tres o cuatro horas de avión, que se reproducen con idéntica crudeza en Palestina o en Ucrania para general vergüenza de la condición humana. Y entonces como ahora, hace falta el silencio cómplice de muchos más para que nada haya cambiado.
‘Blaubeeren’
Dirección: Sergio Peris-Mencheta
Texto: Moisés Kaufman y Amanda Gronich
Elenco: Clara Alvarado, Víctor Clavijo, Eric de Loizaga, Nacho López, Irene Maquieira, Natxo Núñez, María Pascual y Paloma Porcel
Diseño de escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Diseño de sonido: Benigno Moreno
Diseño de audiovisuales: Emilio Valenzuela
Composición musical: Joan Miquel Pérez
Atrecista: Eva Ramón
Dirección de producción y producción ejecutiva: Nuria-Cruz Moreno
Ayudante de dirección: Javier Tolosa
Ayudante de vestuario: Paula Fecker
Adjunto dirección de producción: Fabián Ojeda Villafuerte
Jefa de producción y regiduría: Blanca Serrano
Gerente en gira y regiduría: Paco Flor
Auxiliar de producción: Elena Prados
Administración: Henar Hernández
Asistente de gerencia: Jennifer Alonso
Dirección técnica: Alberto Hernández de las Heras
Técnico de luces: David González y Juan Andrés Morales
Técnico de maquinaria: Juan Moscoso, Paul Jara y David González
Técnico de sonido: Pablo de la Huerga y Benigno Moreno
Técnico de vídeo: Juan Ignacio Arteagabeitia
Jefa de prensa: María Díaz
Fotografía de cartel: Sergio Parra
Fotografía de escena: Javier Tolosa
Diseño gráfico: Eva Ramón
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas
Una producción de Barco Pirata en coproducción con Producciones Teatrales Contemporáneas
Agradecimientos: Teatro Municipal de Coslada
Here There are Blueberries fue originalmente encargada y desarrollada por Tectonic Theatre Project Moisés Kaufman, director artístico y Matt Joslyn, director ejecutivo
Teatros del Canal, Madrid
Hasta el 29 de junio de 2025