'Mis cosas preferidas', una joya dramática de Macarena García Lenzi que brillantemente sostiene Valeria Giorcelli en un monólogo, pero con cuatro personajes…

Brenda es una joven obsesiva, perfeccionista, minuciosa, hipercrítica con los demás, pero nada autocrítica. Dieciséis años después de haberse separado de su grupo de amigas de adolescencia, ha contactado con cada una de las tres para volver a reunirse y hablar de los viejos y los nuevos tiempos. Espera a las tres en su casa. Nerviosa, expectante, tiene todo preparado y en su sitio: el té, las trufas de coco, que ha hecho ella misma… Se ha puesto su mejor vestido y ha cuidado su peinado y todos los detalles personales del mismo modo que un entomólogo estudiaría a una nueva especie de hormiga que acaba de descubrir… Todo está preparado y, de pronto, suena el timbre de la puerta del apartamento de Brenda…
Brenda es el personaje al que da vida la actriz argentina Valeria Giorcelli, único personaje “visible” de ‘Mis cosas preferidas’, un texto escrito y dirigido por la también argentina Macarena García Lenzi. El monólogo, de una hora aproximada de duración, no lo parece porque los otros tres personajes que no se ven, las tres amigas, adquieren cuerpo y alma reales y el espectador asiste impávido, boquiabierto y soportando una tensión sutil, apenas perceptible, que se va haciendo más y más evidente a medida que se va acercando el desenlace final de la obra.

El trabajo dramatúrgico que las dos artistas argentinas han presentado durante dos meses, de forma simultánea, en La Pensión de las Pulgas de Madrid, y en otra sala off de Barcelona (ambas han viajado cada semana a una y otra ciudades españolas), es minucioso, paciente, detallado y exhaustivo. Cada gesto, cada movimiento, cada silencio y la entonación de cada palabra y el ritmo de cada frase contribuyen de forma decisiva al brillantísimo resultado final de este montaje que marcan a una dramaturga y una actriz extraordinarias que esperamos que puedan volver pronto por tierras madrileñas a ofrecernos una nueva delicatesen como esta. Claro que el rodaje previo en Buenos Aires y los cientos de horas de preparación y ensayo previos, es el andamiaje necesario para que se haya producido un resultado final tan perfecto.

Claqueta, acción…

Enfundada en un vaporoso vestido gris, aunque un poco anticuado, ceñido con un cinturón rojo, Brenda lleva en el pelo un lazo rosa. El living (nosotros diríamos la “salita de estar”) donde ha decidido que tendría lugar el encuentro tiene un pequeño sofá, dos butaquitas y un cojín en el suelo. En ellos se sentarán las cuatro amigas para charlar. En medio, una mesita con las trufas de coco que Brenda ha preparado para ellas (“… con la receta de siempre… No he cambiado ni un ápice”) y las tazas de té de porcelana fina que les va sirviendo. Un pequeño aparador completa la escenografía.

Suena el timbre y Laura es la primera amiga en llegar. Hasta abrir la puerta, Brenda va arrastrándose con unos ‘patines’ (paños de lana que se pone debajo de los pies para no estropear el suelo de la casa), que luego hace poner a Laura. Antes, al abrir la puerta, Brenda emite unos grititos nerviosos, incontenibles, que quieren expresar su felicidad por volver a estar con sus amigas. Y, tras Laura, irán llegando en apenas unos minutos Ana Clara y Celina, que la anfitriona trata de llenar con abundantes y ensayados gestos de hospitalidad que, sin embargo, esconden una tensión latente y contenida, cuya causa solo descubrirá el espectador al final de la obra.

Laura es ahora una prestigiosa modelo. Su profesión le obliga a guardar un severo régimen de comidas, lo cual le hace rehusar las trufas de su amiga, causándole una profunda y desproporcionada contrariedad. Es también fumadora y vegana. Ana Clara, por su parte, está ya viuda. Su marido, con depresión, se suicidó pegándose “siete tiros en la sien”. Tiene dos niños, un niño y una niña, circunstancia esta que Brenda no envidia tanto como la de que su amiga, de joven, “era muy independiente y trabajaba en el boliche ‘Coyote’”. La última en llegar es Celina. Está embarazada, es celíaca y lleva un aparato en los dientes. Se lió con el novio de Brenda y la dejó embarazada y después ella decidió abortar. De la conversación entre las cuatro amigas, se desprende también que la anfitriona, Brenda, salió de un coma y reprocha a sus amigas que no la visitaran en el hospital. De eso hace ya 16 años y, desde entonces, acude al psicoanalista. Es hija de un dentista ya jubilado.

“Qué felicidad tenerlas aquí de nuevo” -dice la anfitriona a sus amigas-… Brenda, en un momento, saca un gran cuchillo para cortar una manzana y dársela a Celina. Con ese mismo cuchillo amenaza a Ana Clara para que vaya al baño a por Laura (¡estupenda escena!). Ana Clara le responde con otra arma, pero esta de fuego. Una oscura e inconfesada razón explica ese comportamiento de Brenda que, a su vez, justifica la asistencia permanente durante 16 años al psicólogo, y esas reacciones súbitas e imprevisibles, que van de la felicidad más extrema, a los llantos y a la ira de la anfitriona. Y con ella, todos los acontecimientos que provocaron que durante tanto tiempo las amigas no se hayan visto.

El trabajo de Valeria Giorcelli es portentoso, lleno de matices y solo un magnífico papel y una actuación irreprochable son capaces de mantener durante esa hora de montaje toda la atención del público que, muchas veces, está teñida por sonrisas que despiertan las pequeñas manías de su personaje. Tanto ella, como Macarena son dos mujeres de teatro llamadas a culminar empresas aún más grandes, que ya es decir, después de haber podido disfrutar de ‘Mis cosas preferidas’. Todo un descubrimiento para mí que, hasta ahora, desconocía tanto a la autora y directora como la intérprete y que, a partir de aquí, seguiré con la atención que merecen. Y su carrera debe ser aún muy larga porque ambas nacieron en 1980.


'Mis cosas preferidas'
Texto y dirección: Macarena García Lenzi
Intérprete: Valeria Giorcelli
Representada durante los meses de septiembre y octubre en La Pensión de las Pulgas (Madrid)