El veterano y genial actor
Juan Diego encarna al personaje principal y es el eje en torno al cual gira
la
obra '
Sueños y
visiones del Rey Ricardo III',
una revisión del texto de
William
Shakespeare que dirige
Carlos Martín
y cuya dramaturgia ha corrido a cargo de
José
Sanchis Sinisterra, quien altera el orden cronológico de la obra original de Shakespeare para situar a
Ricardo en '
La noche que precedió a la
infausta batalla de Bosworth', que es el título completo de este texto. La
obra, que comenzó a representarse en el Teatro Español de Madrid el pasado 6 de
noviembre, permanecerá en cartel en su Sala
Principal hasta el próximo 28 de diciembre.
El rey
Ricardo
III -
Juan Diego-, un ser
abyecto, llega al campo de batalla, antes
de medirse con
Richmond y el resto
de adversarios. Allí comienza a soñar, a ver fantasmas que le hacen tomar
conciencia de su afán desmedido de poder. Ha matado u ordenado encarcelar y
matar a su hermano y a sus sobrinos para evitar cualquier obstáculo que pudiera surgirle para alcanzar el trono. Consciente
de su deformidad física (con escoliosis
y algo cargado de espalda), y nada agraciado, su nulo éxito con las
mujeres, le hace constituirse en un
personaje misógino y orientado
exclusivamente a alcanzar y mantener el poder, sin pararse en mientes
ante cualquiera que piense que puede
amenazarle. Antes de comenzar la batalla, el miedo y los recuerdos se
adueñan de su mente y trata de justificarse ante sí mismo y ante el mundo de
la permanente violencia en la que se
instala para afianzar su poder.
A
Juan Diego
le acompañan en escena un plantel de compañeros
excepcionales, que conforman un cartel de verdadero lujo (de primeras
figuras, se diría en el mundo del toreo), que hacen ya, por sí solos, de
reclamo para asistir a al montaje del espectáculo, y que explica los llenos
diarios en el Español:
Juan Carlos
Sánchez (
Norfolk),
Jorge Muñoz (
Catesby),
José Hervás (
Clarence y
Lord Mayor),
Lara Grube (
Lady Ana),
Ana Torrent (
Isabel),
Aníbal Soto (
Lord Rivers y
Richmond),
Óscar Nieto (
Lord Dorset),
Carlos Álvarez-Novoa (
Buckingham),
Terele Pávez (
Duquesa De York),
Asunción
Balaguer (
Margarita) y
José Luis Santos (
Lord Stanley,
Hastings y
Rey Eduardo IV).
Es difícil, por no decir imposible, señalar a algún actor
por encima de los demás. Todos encajan y
superan con soltura sus compromisos sobre el escenario en sus respectivos papeles,
aunque el desgaste físico y emocional es mucho mayor para el protagonista.
Juan Diego permanece en escena la mayor
parte de las dos horas y diez minutos que dura la función, y solo su fuerza
y su probada maestría después de
pisar las tablas más de 50 años han sido suficientes para no arredrarse
ante un papel de estas dimensiones, y en el templo del teatro madrileño, que es
el Teatro Español. El público así lo entendió y premió a actores, director y
equipo técnico con un encendido y largo aplauso cuando terminó la función.
Luces y sombras
La escenografía, a cargo de
Dino Ibáñez y
Miquel Ángel Llonovoy, relega a los actores
a ocupar casi permanentemente el proscenio
porque el resto del escenario queda dividido por un gran velo oscuro sobre el
que se proyectan imágenes para marcar el cambio de espacio en donde transcurre
la acción donde se enmarca cada escena. El efecto conseguido, a través de esta técnica, sin
embargo, es bellísimo y crea, incluso,
la sensación de tridimensionalidad en esos espacios. A ello contribuye también
la perfecta conjunción de los audiovisuales (
David Bernués) y la iluminación
(
Pedro Yagüe y
José Manuel
Guerra). El vestuario, elegido y arreglado por
Ana Rodrigo, es
sencillo pero con un gran empaque
y muy digno y corresponde a la época en que se desarrolla la acción del drama shakesperiano.
Por último, la composición y el espacio sonoro, bajo la batuta
de
Miguel Magdalena, ayuda
mucho a crear el ambiente necesario de tensión, lucha, irritación, miedo, etc.,
y a pasar con naturalidad de un acto a
otro o de una escena a otra.
La situación histórica y la
traslación que han hecho de ella, primero, el autor,
William Shakespeare,
y, luego, el adaptador de esta versión,
Sanchis Sinisterra, y el
director del montaje,
Carlos Martín, justifican sobradamente el
tenebrismo casi permanente en que se desarrolla la obra, pero probablemente los
espectadores agradeceríamos una cierta
mayor cantidad de luz sobre el escenario (sin que por ello haya que cambiar
necesariamente el concepto, que nos parece
perfecto), y así se contribuiría a que la abundancia de personajes y el
hecho de que algunos de los actores representen a dos y
hasta a tres, no ayuden en la confusión de sus identidades respectivas. Esa es
nuestra percepción, que vimos refrendada también por comentarios en el mismo
sentido de varios de los asistentes a la función.
Con todo y con eso,
esta '
Sueños y visiones del Rey Ricardo III', es una
obra de obligada asistencia para los amantes del teatro 10, y, más aún,
para la legión de seguidores y admiradores del extraordinario elenco de actores
que desfilan por el drama (por cierto, uno de los menos representados del
genial autor inglés), encabezados por un
Juan Diego en verdadero estado de
gracia.