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Entrevista con Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim Bilbao

Entrevista con Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim Bilbao

viernes 20 de febrero de 2015, 18:59h

Bilbaíno, casado, dos hijas, economista por la  Universidad de Deusto y con estudios de posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, 59 años, Juan Ignacio Vidarte es, además, director del Museo Guggenheim Bilbao desde 2006, cargo que simultanea, desde octubre de 2008, con el de Director General de Estrategia Global de la Solomon R. Guggenheim Foundation. Vinculado al proyecto desde 1992 como  responsable de la construcción e instalación del Museo, ha vivido como nadie sus   dificultades iniciales, pero también disfruta como el que más sus avances y sus  logros, que no son pocos. Por ejemplo, a Bilbao acuden anualmente un millón de visitantes más de los que acudían antes de que el Guggenheim existiese.   

Bajo su gestión, el Museo ha recibido numerosos premios y galardones desde su apertura en octubre de 1997, entre ellos la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1999, y el Museo Europeo del Año 2000 concedido por el European Museum Fórum. Pero vamos a preguntar también a alguien que ha sido elegido como Vasco Universal 2007, y que también ha publicado numerosos artículos e impartido conferencias, entre otros lugares, en las Universidades de Deusto, Salamanca, Valencia, Coruña, UNED, Universidad Menéndez Pelayo o Harvard, acerca del funcionamiento del Museo, su impacto económico o el denominado 'efecto Guggenheim'.

Como ve, nadie mejor que Juan Ignacio Vidarte para hablar de museos, y de su importancia en  el legado cultural de un país, de una región, de una ciudad...

J.M.V.- Cada museo es insustituible. No hay uno igual a otro. ¿Qué diferencia al  Guggenheim Bilbao de los demás museos de España?

J.I.V.- Son varios los factores que nos diferencian. En primer lugar, el propio origen de Guggenheim Bilbao, un museo que surge como consecuencia  de  un proyecto ex novo, de crear una infraestructura cultural con una dimensión internacional en Bilbao como parte de una estrategia más amplia de transformación y de cambio de la propia ciudad. En segundo lugar, creo que es también un museo diferente en el sentido de que, desde su propio origen, nació ya con la vocación de  ser una institución que iba a trabajar en red, con otras instituciones, en concreto y bajo el paraguas de la fundación  Guggenheim, con el museo Guggenheim de Nueva York y con el  museo  Guggenheim de Venecia. Es, pues, un museo que surge con esa vocación de formar parte de una red de instituciones a nivel internacional para tener una presencia en el mundo, con todo lo que eso conlleva de compartir formación, nuevas colecciones y  toda una filosofía de funcionamiento. Somos también un museo con una clara vocación de tener una audiencia internacional, al margen de nuestra localización y esto nos diferencia también de muchas otras instituciones en España. Y, por último, somos un museo que, desde el principio, ha dado mucha importancia al espacio que habita, al edificio que nos acoge porque entendemos que forma parte intrínseca de lo que es nuestra actuación, porque creemos que el museo es contenido, pero es también manera de reflejar y de trasladar ese contenido a los visitantes y por eso los espacios que acogen ese contenido deben tener una importancia sustancial y, de hecho, en nuestro caso, la tienen.

¿Es muy distinta la gestión de un museo antiguo, como el Prado, y uno moderno como el que Vd. dirige?

 

Compartimos lo esencial. Somos museos y, por tanto, somos un instrumento educativo, de conexión entre el arte y la sociedad, a través de sus visitantes y, en ese sentido, nuestra misión fundamental es similar. Pero hay elementos que nos diferencian como instituciones y eso también afecta a la gestión. Nosotros, por nuestro  propio origen, además de ser una institución cultural, somos un instrumento de revitalización, de transformación, de proyección... Y eso nos obliga también a ser sensibles a ese papel que jugamos dentro de nuestra comunidad. Luego la delimitación temporal y cronológica de nuestro ámbito de actuación puede tener también diferencia, en la medida en que nosotros somos un museo centrado en el arte moderno y contemporáneo, del siglo XX y del siglo XXI, y eso hace, por un lado, que tengamos una relación intensa con artistas que están vivos, con todo lo que eso conlleva y, además,  que eso tiene un efecto en muchos de los proyectos que trabajamos porque el arte contemporáneo expresa una escala muy diferente de lo que es el arte tradicional y eso tiene también unas  implicaciones en la gestión del museo  que nos diferencian de los museos tradicionales.

¿Hay cierto pique entre museos para destacar por encima de los demás? Supongo que ese también es un asunto muy ligado al tema turístico del territorio donde está enclavado, ¿no?

Sin ninguna duda. Yo creo que los museos, en general  -luego unos cumpliremos ese papel con más o menos intensidad que otros-, somos una parte importante de la riqueza que una zona, o un país, ofrece a sus visitantes, sea por turismo o por cualquier otro motivo. En cuanto al nivel de competencia, creo que sí, que puede haber un cierto nivel de competencia, pero muy peculiar porque, por otro lado, también  hay muchas sinergias porque, en la medida en que los museos están dirigidos a un colectivo de personas que tiene un marcado interés por el mundo de la cultura, el hecho de que existan muchos más museos en una determinada zona geográfica hace de ella (ya sea un país, comunidad autónoma, provincia o ciudad), que sea mucho más atractiva y favorece que esas personas vengan aquí en lugar de ir a otro sitio. Luego, también depende del tipo de visitante. Si  pensamos en  un visitante  internacional, el hecho de que en España haya una buena infraestructura cultural y una alta densidad de instituciones culturales relevantes puede favorecer que todos estos visitantes que vienen de lejos se inclinen por venir a España en lugar de ir a otro país, y eso hace que en la medida que estamos aquí tengamos más posibilidades de llegar y de captar a este tipo de visitantes. Y, si restringimos este tipo de análisis a una  región o a una  ciudad, pasa exactamente lo mismo.

El Guggenheim es un museo 'desubicado', con varias sedes en el mundo. ¿Es una de las alternativas de los museos modernos para poder sobrevivir, por un lado, frente a los grandes museos (Louvre, El Prado, MOMA, Pompidou),.), y por otro, para sobrevivir  también a lo largo del tiempo?

Para nosotros, desde luego, es una manera de responder tanto al reto que usted comenta, como al de la globalización, una forma de poder tener presencia desde la periferia, desde una ciudad como Bilbao, en un mundo cada vez más globalizado. Una ciudad como la nuestra, al no ser capital de un estado, es mucho más difícil si no se hace a través de la pertenencia a una red, como es en nuestro caso la pertenencia a la familia Guggenheim. Pero, al mismo tiempo, es una manera de poder responder a esos retos que tienen todos los museos y que nosotros, con un tamaño menor, podamos tener también acceso a una programación, a nuevas colecciones, a proyectos que si fuéramos un museo circunscrito a nuestras propias limitaciones de tamaño y presupuesto... Entonces yo, más que un museo desubicado, lo que creo es que nuestra presencia en esta red nos afianza como un museo enraizado en un  lugar concreto, pero que está  enlazado a otros también integrados en sus lugares  correspondientes (en nuestro caso Nueva York y Venecia), aunque cada uno de nosotros con una personalidad  específica, con un carácter concreto, con un discurso específico, pero formando parte de una misma familia, aunque eso no implique la pérdida de identidad como institución porque creemos que un museo (nosotros también) se entiende dentro de su unicidad, del carácter único que puede  proporcionar a sus visitantes, porque como repetición un museo no tiene sentido.       

 

Cuál es la reacción de los visitantes cuando van al Guggenheim por vez primera?, ¿y  en veces sucesivas?, ¿les preocupa cómo lo encuentran, conoce su grado de satisfacción?

Sí, por supuesto que nos preocupa. Un museo es un espacio en donde se generan experiencias con el visitante y nuestra finalidad es conseguir que esas experiencias sean lo más interesantes, atractivas y gratificantes posible para él y que eso le mueva a repetir la visita más adelante. Nosotros no diferenciamos entre la primera y las sucesivas visitas al museo, pero es de sentido común pensar que la primera vez que alguien viene al museo lo primero que percibe es su relación con el edificio y con los espacios y, en la medida en la que se profundiza en la visita, y en la que se repite, es cuando se empieza a valorar más y a entender mejor esa relación entre los espacios  y el contenido y la programación que ofrece el museo. Nosotros, como todos los museos, estamos muy preocupados por el grado de satisfacción, lo medimos de manera permanente y, en general, el grado de satisfacción de nuestros visitantes es muy elevado (el año pasado, por ejemplo, estaba por encima del 8,7 sobre 10) y, desde luego, creo recordar que  el 99 por ciento de ellos recomendarían la visita a sus  conocidos después de haber pasado por el Guggenheim Bilbao.

 

 

No sé si tendré una percepción equivocada, pero he observado, como visitante, que en los museos  españoles hay más extranjeros que españoles y, dentro de estos últimos, mucho más adultos que jóvenes. ¿Cuál  es la tipología del visitante medio del Guggenheim y, en todo caso, ¿qué hay que hacer para  acercar a los jóvenes a los museos?

En relación con la primera parte de su pregunta, nosotros el año pasado recibimos un 64 por ciento de visitantes que eran de origen extranjero, es decir, casi 2 de cada 3 visitantes. Esta misma circunstancia, en nuestro caso, ha venido siendo así  prácticamente desde el principio y, en los últimos 5 años, la cifra de visitantes ha sido prácticamente la misma que la del año pasado. Esta cifra, por un lado, llama la atención, pero por otro quizás no tanto. Para nosotros, una quinta parte del total de visitantes (un 20 por ciento), son franceses ya que la cercanía de la frontera hace que   para una buena parte de ellos el museo constituya casi una experiencia de vida. Otra quinta parte de los estudiantes o de los educadores que forman parte de nuestras actividades educativas son también franceses que, en su mayoría, vienen a pasar el día en el museo y luego, a la tarde, vuelven a sus lugares de origen... Pero bueno, es verdad que, efectivamente, nuestro público mayoritariamente es extranjero. Y en cuanto a la edad, poco menos de la tercera parte de nuestros visitantes tenían menos de 30 años y un poco más de la mitad  tenían menos de 40. En el Guggenheim Bilbao,  en esa franja de hasta cuarenta y tantos años es donde se concentra la mayor parte de nuestros visitantes, aunque está bastante distribuida en los diferentes rangos de edad. Pero es cierto que los jóvenes de menos de 25 años no representan un porcentaje suficientemente alto y para nosotros eso constituye una preocupación en el sentido de que ellos son el futuro del museo y es vital que sepamos captar su atención. Ahí todos los museos tenemos un reto difícil porque estos jóvenes son nativos digitales, su relación con el mundo viene marcada por su fácil relación con la tecnología y con todos los instrumentos que esta ha puesto a su alcance, y esto hace que el tipo de experiencia, de relación que pueden buscar en un museo viene ya predeterminada por su propia manera de relacionarse con el mundo y el museo no puede ser ajeno a eso. Para el museo, esta circunstancia supone una cierta contradicción porque el museo es una experiencia física, mientras que los jóvenes están muy acostumbrados a que esa relación con el mundo sea tecnológica, virtual y los museos tenemos que ser capaces de afrontar ese reto, el de incorporar los elementos que la tecnología nos ofrece para encajarlo de una forma más natural con las expectativas de ese tipo de público, pero, al mismo tiempo, hacerla compatible con lo que es el carácter fundamental que tiene la experiencia de visitar un museo que es  la relación directa, física, con unas obras que están en la pared, y que son reales, no virtuales. En los próximos tres años, para nosotros, esa es desde luego, una  prioridad: intentar buscar ese equilibrio entre lo digital con la experiencia real de la visita al  Guggenheim.

El gobierno ha descartado para esta legislatura una revisión de la actual Ley de Mecenazgo. ¿Qué aspectos le parece a Vd. que habría que modificar y en qué sentido?

Es verdad que esta ley se ha quedado muy corta para las expectativas que todos  podíamos tener. La reforma de una ley como esta supongo que es difícil de acometer en épocas de vacas flacas, como la que estamos atravesando pero, cuando puedan volver ciertas alegrías presupuestarias, me gustaría que cuando se aborde un nuevo  proyecto de ley sea con una visión más integral de todo lo que supone el apoyo a la cultura, la relación de colaboración que tiene que haber y que hay que estimular  entre la iniciativa pública y la iniciativa privada, en apoyo de las actividades culturales, del coleccionismo, de las propias instituciones como los museos... Yo creo que el futuro  está por esta vía, la de la colaboración. No es realista pensar que las instituciones culturales se vayan a mantener por la vía exclusiva de las aportaciones públicas y para eso hay que generar una cultura del mecenazgo y de los incentivos fiscales que haga que  sea más natural, y que cada vez sea más recurrente que la iniciativa privada apoye a las instituciones culturales. Nosotros siempre hemos defendido esta colaboración y, a pesar de las limitaciones que pueda tener la ley actual en este sentido, seguimos manteniendo unas tasas de autofinanciación muy elevadas (cerca del 65 o 70 por ciento) gracias a que hay un nivel de aportación privada muy importante, y con la presencia de empresas en nuestro patronato, de amigos, en torno a 16 000 que apoyan al museo renovando su aportación todos los años. Este creo que es el modelo del futuro, pero es verdad que un entorno legislativo más generoso y, sobre todo, con una visión de conjunto y de futuro, ayudaría a que esto funcionara mucho mejor.  

 

 

Me gustaría que ahora me dijera qué cree Vd. que el Guggenheim debe a Bilbao, y viceversa...

El Guggenheim debe a Bilbao su razón de ser. La ciudad lo incluyó en su estrategia  de transformación porque lo consideró que podía tener un papel fundamental como  catalizador de esa estrategia y, por tanto, le debe su existencia. Ese apoyo inicial, tanto público como privado, se ha mantenido a lo largo de estos más de veinte años de existencia de este proyecto y de sus 17 años de funcionamiento. Y Bilbao al museo  yo creo que le debe mucho también porque  el museo ha cumplido sus objetivos, ha respondido a lo que Bilbao esperaba de él y ha servido como catalizador e impulsor para que las otras transformaciones se hayan podido llevar a cabo de forma más rápida que si el museo no hubiera  existido. Creo también que el Guggenheim ha dado a  Bilbao una proyección exterior muy importante, una institución cultural que Bilbao no tenía, con capacidad de atracción, de interés, con la presencia de un millón anual de visitantes, lo que ha dado a  Bilbao un elemento de cosmopolitismo y de desarrollo ciudadano muy importante, y ha ayudado psicológicamente a darle confianza, tanto a la ciudad como a sus ciudadanos a seguir en ese proceso de transformación que pasó, al principio sobre todo, por momentos muy delicados, de crisis profunda (económica y de identidad). Y como consecuencia de todo esto, el museo aporta anualmente a Bilbao un movimiento económico que puede cifrarse en unos 340  millones de euros.  

Finalmente, ¿cuál es su obra favorita en el Guggenheim Bilbao?,  ¿qué piezas le gustaría tener a su director y no tiene todavía?

Es difícil elegir. Si tuviera que hacerlo, creo que la obra que representa, que simboliza muy bien nuestras claves de identidad y de funcionamiento diría que  'La materia del tiempo', de Richar Serra, un conjunto escultórico que el museo encargó y que está  aquí desde 2005. Creo que, además de ser una de las grandes esculturas de finales del siglo XX y principios del XXI, aporta al visitante del museo una experiencia única e inolvidable, y que solo se puede tener aquí al enfrentarse a esa obra, al contemplar la obra y su relación con los espacios del museo, de alguna manera nos transforma. Creo, como decía, que simboliza muy bien el espíritu de este museo y que espero que no pierda nunca... Respecto a la obra que me gustaría tener... ¡Hay tantas! Nuestra colección tiene obras creadas a partir de 1950; dentro de ese ámbito cronológico hemos intentado tener obras significativas de los grandes artistas de la época y, aunque lo hemos conseguido en general, hay algunos que no hemos sido todavía capaces de tener, fundamentalmente por razones económicas. Por ejemplo, no tenemos aún obra de Yaster Yous, ni de  Edward Kelly, ni de Francis Bacon. Incorporar alguna obra de estos artistas es una ambición del museo que a mí me gustaría cumplir.

Solo una más: ¿la  Responsabilidad Social Corporativa (RSC) del Guggenheim Bilbao es algo más que una simple declaración?, ¿el museo hace cosas concretas por colectivos desfavorecidos, por ejemplo?

Para nosotros, esta es también una cuestión esencial. Nuestra labor educativa de cara a la sociedad estaría incompleta si a los colectivos que puedan tener mayores dificultades (físicas, sensoriales o económicas) de acercamiento al museo no se lo  facilitáramos en la medida de nuestras posibilidades. Tenemos bastantes programas dirigidos a colectivos de personas con discapacidad, de voluntariado para ayudar también a estas mismas personas, de tercera edad, de colectivos marginados, a personas que están en situación de desempleo... Todo esto creemos que forma parte de nuestra responsabilidad como institución y nuestra voluntad es seguir profundizando en ello.    

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