El vino, como el amor y la poesía, si sonde buena ley, ganan con los años. Al poeta, al juglar, a la canción les pasa otro tanto. Sigo a Amancio Prada hace más de 30 años y cada vez que lo escucho en un nuevo recital es mucho mejor que en el anterior, aunque parezca imposible. Con‘La voz descalza’, una obra escénica donde canta y recita nueve nuevas canciones de Santa Teresa que se enlazan con otras tantas de San Juan de la Cruz, se muestra preciso, sublime, excelso. La voz de los místicos que canta se han adueñado del juglar leonés que sosegado, seguro, comedido, justo y atinado en todo momento ha presentado en el Teatro de La Abadía de Madrid este último trabajo en cuatro recitales sucesivos.
‘La voz descalza’ se estrenó en Ávila en marzo de 2015 con motivo del V Centenario del nacimiento de la mística. El guión del espectáculo ha salido de las manos del poeta Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía en 2009, y ya ha pasado por ciudades como Ávila, Alicante, Málaga, Segovia, Valladolid o Soria, entre muchas otras pero ahora el artista ha parado en la capital para ofrecer cuatro recitales consecutivos los días 3, 4, 5 y 6 de diciembre en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía.
La obra propone un acercamiento íntimo y un diálogo entre nueve canciones de Santa Teresa y otras cuantas del ‘Cántico espiritual’ de San Juan de la Cruz-reseñamos todas ellas al final, en la ficha del espectáculo-, a quien Amancio Prada lleva estudiando desde los años 70, época en la que el cantautor vivía en París.
El espectáculo comienza y da fin con el mismo sonido de órgano. Sobre el escenario, casi enmedio, en un pequeño pedestal, están dos velas apagadas, unidas por la base. Simbolizan las voces, la palabra enamorada de Dios, de los dos santos españoles, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. El juglar leonés, vestido sencilla y elegantemente, de riguroso negro y con su cabellera blanca de poeta y cantante, se acerca al principio a ellas, lenta, pausadamente y enciende ambos cirios que permanecerán así en medio del escenario durante todo el recital. A la izquierda de ellos, a solo unos metros, están la guitarra, dos micrófonos y una banqueta de la que Amancio no se levantará a lo largo de los 70 minutos que dura el espectáculo.
A partir de ahí, mecidos por la palabra de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, en la timbrada y preciosa voz del juglar y acompañados por los preciosos y medidos acordes de su guitarra, los 309 espectadores por sesión que llenaron la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía, en cada uno de los cuatro recitales, quedaron suspensos en el tiempo, sin clara noción del espacio y la época en que viven. El poder evocador de la palabra y la magistral interpretación del cantautor hicieron levitar los cientos de almas allí congregadas y solo los acordes de órgano que volvía a sonar cuando la voz de Amancio Prada calló, para levantarse y muy lentamente acercarse al pedestal donde permanecían encendidas las dos velas, y soplar suavemente sus llamas hasta apagarlas, hicieron recobrar la conciencia de que el recital había acabado. La experiencia, desde luego, fue preciosa, estremecedora, sublime, reveladora y hasta mística, y su conductor, Amancio, fuertemente ovacionado por todos que -por deseo expreso del artista- habíamos permanecido en silencio riguroso, sin iniciar ni un solo aplauso al final de cada una de las canciones interpretadas.
El recital, de un gusto exquisito entodas y cada una de sus facetas -escenografía, sonido, espacio sonoro, luz y, desde luego, interpretación-, es de esos espectáculos que nadie, con un mínimo de sensibilidad, debiera perderse.
La voz descalza
Música, voz y guitarra:Amancio Prada
Textos:Juan de la Cruz y Teresa de Ávila
Guión:Juan Carlos Mestre
Espacio escénico:Marco Herreros
Grabación sonora:Luis Delgado
Sonido:Juan Ramón Martín
Producción y Distribución:Marga Taibo
Imágenes:López Tofiño y Ánxeles Filgueira
Producción: Musicamaina
Teatro de La Abadía, del 3 al 6 de diciembre de 2015
Programa
Sin arrimo y con arrimo
Nada te turbe
Oh hermosura que excedéis
Que bien sé yo la fonte
Donde no hay amor, pon amor
Ya toda me entregué y dí
Llama de amor viva
Ayes del destierro
Vivo sin vivir en mí
Coplas del alma
Adónde te escondiste
Si el padecer con amor
Oh cristalina fuente
Vuestra soy, para vos nací
En una noche oscura
Buena ventura
La blanca palomica
Soberano esposo mío
Oh dichosa la zagala
Gocémonos, amado