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Crítica de la obra de teatro 'Amalia y el río, la vida de una contrabandista durante el franquismo'

Crítica de la obra de teatro 'Amalia y el río, la vida de una contrabandista durante el franquismo': malos tiempos para la lírica

lunes 04 de abril de 2022, 17:03h

En la España de posguerra, años de hambre y de calamidades sobrevenidas por la lucha fratricida, cada uno sabía cómo tenía que ingeniárselas para poder tener una comida diaria. No dos, ni tres, una ya costaba mucho. La vida de Antonia “La Lirina”, una mujer de la localidad fronteriza de Olivenza, en la provincia de Badajoz, habla ya por sí sola de la aventura y la desventura de sobrevivir en aquellos años duros de tabaco, garbanzos y azúcar de estraperlo. De eso, y de mucho más, habla ‘Amalia y el río, la vida de una contrabandista durante el franquismo’, escrita y dirigida por Agustín Iglesias, a partir de Contrabando en la frontera de Portugal, una tesis realizada por el profesor de Antropología Social de la Universidad de Extremadura, Eusebio Medina García. Puede verse solo durante unos días, hasta el 10 de abril próximo, en el madrileño Teatro Lagrada.

Magda García-Arenal (Amalia, Amigas, Familiares…) y Cándido Gómez (Guardia civil, Barquero, Guardinha -la policía portuguesa de frontera-), protagonizan este nuevo montaje de la compañía extremeña Teatro Guirigai, acerca de la dura vida de una mujer contrabandista en los primeros años del franquismo.

El espacio por dónde se mueve Amalia gira en torno a la frontera hispano portuguesa que marca el Guadiana en la provincia de Badajoz, es decir, Olivenza, Campo Maior, Elvas, Oliva de la Frontera, Villar del Rey, Villanueva del Fresno, Badajoz y Portugal. Con apenas veintitantos años Amalia, con dos hijos vivos y uno que se quedó en el camino, tiene que cruzar frecuentemente al otro lado del Guadiana para adquirir tabaco y algunos alimentos para revenderlos después en tierras españolas para completar la escasa ración que proporcionaba la cartilla a todos los españoles. Nada de lujos ni caprichos solo al alcance de unos pocos, sino alimentos y cigarros que era imposible encontrar a este lado de la frontera. Así estuvo la contrabandista entre 1942 y 1964, fecha en que, harta ya de cruzar el río de todas las formas posibles y hacer una incursión en la recogida de algodón, decide emigrar a Barcelona, ya viuda y con 8 hijos, y dispuesta a trabajos tanto o igual de duros, pero más tranquilos y algo mejor remunerados –limpieza de oficinas, sobre todo-.

Magda García-Arenal construye un personaje lleno de verdad y de vida (“…te daban con porras en las piernas, y luego echaban garbanzos al suelo pa cuando cayeras… Eran de asustarse, no te escapabas…”), que habla, se mueve, se enfrenta, disimula, niega, afirma, se esconde o se escapa de las mil y una vicisitudes que atraviesa con la necesidad y el descaro que exigen todas esas situaciones de urgencia vital. Con todo, joven aún, aprende pronto de la traición, incluso de su suegra, de la ambición desmedida de guardias y aduaneros, del abuso sistemático de hombres sobre mujeres, pero también de atisbar siempre resquicios de huidas o de escondites ante la adversidad.

Su compañero de escena, Cándido Gómez, maquillado siempre de gris y con vestuario del mismo color, danza, canta, interroga, presiona, deduce, planea, se vuelve y se revuelve con gracia y salero y constituye el contrapunto del drama personal que vive la estraperlista forzada.

La escenografía, la luz, la música son elementos que provocan la ensoñación, el transporte del espectador a una época en donde el pasodoble, la canción española, la tonadilla, intentaban alegrar una existencia hostil y gris para la gran mayoría de la población. Evocan con limpieza una historia, quizás soñada en parte, pero vivida como si no hubiera sido real. Esa realidad extrema acortaría la existencia y la endurecería más aún, así es que hay que poner algo de ilusión que la adultere para poder ser digerida.

La propuesta ilustra poéticamente un episodio de nuestra historia más negra. Pasada sí pero que, aunque es de hace solo unas décadas, probablemente a los jóvenes que acudan a ver esta ‘Amalia y el río…’, les parezca que eso solo ha podido suceder en la mente imaginativa de un dramaturgo y, en su caso, a gentes de la Edad Media o del Siglo de Oro. Desgraciadamente no es así. Las tribulaciones de una estraperlista de posguerra como Amalia son solo de anteayer. Muy interesante.

‘Amalia y el río, la vida de una contrabandista durante el franquismo’

Dramaturgia y dirección: Agustín Iglesias

Reparto: Magda García-Arenal y Cándido Gómez

Diseño y realización de escenografía: Marcelino de Santiago Kukas

Música original: Irma Catalina Álvarez

Diseño de vestuario: Luisa Santos

Realización de vestuario: Trinidad Galán

Diseño de iluminación: Lucía Alvarado

Técnico de luz y sonido: Félix Valverde

Vídeo: Félix Malévola

Fotografía: Bernardo Cruz

Diseño gráfico: José Iglesias García-Arenal

Comunicación: Toñi Escobero

Distribución: María Pachón

Compañía: Teatro Guirigai

Teatro Lagrada, Madrid

Hasta el 10 de abril de 2022

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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