Crítica de la obra de teatro 'La posibilidad de la ternura': frágil pero necesaria rebeldía

Un gran telón cubre el fondo del escenario de la Sala Verde de los teatros del Canal. En él se representa a varios hombres que se enfrentan con armas primitivas (piedras, lanzas, y alguna horca…), a un mamut que parece dispuesto a resistir. Seguimos en el Festival Hispanidad y está a punto de comenzar un nuevo montaje de la compañía chilena La Re-Sentida que, una vez más, vuelve a sorprender al público español con una pieza ejemplar, de las que arriesgan y, en consecuencia, remueven y avivan conciencias.

Marco Layera y Carolina de la Maza firman la dramaturgia y la dirección de escena y se apoyan en la labor de dramaturgista de Aljoscha Begrich. Vuelven a dar un ejemplo vivo de que el teatro es un arma política, aunque sus efectos no puedan advertirse a simple vista ni a corto ni a medio plazo. Sucedía en otras propuestas escénicas de La Re-Sentida, Paisajes para no colorear, una obra que pudimos ver a finales de 2019 y en la que un grupo de chicas chilenas adolescentes hablaban de sí mismas con desgarro y con hiriente crudeza (https://www.diariocritico.com/teatro/critica-paisajes-para-no-colorear-la-rabia-incontenida-de-las-adolescentes-chilenas), en la temporada pasada, con ese otro aldabonazo contra la impudicia del poder marcado a sangre y fuego en Oasis de la impunidad (https://www.diariocritico.com/teatro/oasis-de-la-impunidad-critica). No es menor la sacudida que, de principio a fin del montaje, traspasa el alma del espectador con ‘La posibilidad de la ternura’.

Siete jóvenes adolescentes chilenos —14 a 17 años—, son los protagonistas del montaje: José Miguel Araya Moreno, Leftrarü Valdivia Castro, Camilo Bugueño Espejo, Efraín Chaparro Pérez, Matías Mendez González, Dimitri Bueno Ferrer y Marcos Cruz Andulce.

Todos ellos permanecen en escena de principio a fin del montaje, irrumpen con cierta timidez que, poco a poco irá desapareciendo. Lo hacen para hablar de sí mismos, para contrastar la educación recibida desde la familia, desde el colegio, desde la misma sociedad para tomar modelos de masculinidad. No son precisamente edificantes, según sus propias experiencias y poco o nada difieren de las recibidas por sus padres, por sus abuelos o, si me apura, por los mismos antiguos pobladores del cono sur americano. Valores como la violencia, la agresividad, el autoritarismo, el poder, la barbarie y la brutalidad. Dicho en otras palabras, la virilidad a toda costa. Ellos, sin embargo, persiguen encontrar fórmulas que les alejen de esos parámetros tradicionales y le acerquen al afecto, a la ternura…

En medio de sonidos telúricos, ancestrales, mezclados con otros que evocan más la infancia sobreprotegida que atraviesan los niños de hoy en día, uno a uno van respondiéndose a la pregunta de “¿qué es lo peor que has hecho con tus propias manos?”. El primero, José Miguel, rompe el hielo colocando los inicios del montaje, la apasionante experiencia de vivir la amistad, el compartir problemas y penas entre ensayo y ensayo. Pero la normalidad, la competencia, la fuerza pronto volvió a imponerse en el grupo. Así hasta que un día, hablando del bulling que sufría en el colegio, recordó cómo un compañero le tiró un tren contra el suelo, su juguete preferido de niño, y lo pisoteó. Otro de los adolescentes relata cómo su madre un buen día, y con la mejor de las intenciones, le tiró todos los muñecos con los que jugaba… Más tarde los sustituyó por un gatito que, un malvado día, se encontró sangrando por todo el cuerpo y con los huesos rotos… No había otro remedio que acabar con su vida para ahorrarle más sufrimientos innecesarios… Tuvo que ser él mismo quien acabó por hacerlo… “¡Han sido los peores cinco meses de mi vida!, ¡Ya no aguanto más…!”.

Sus compañeros, con relatos tan estremecedores como este, vuelven a revivir situaciones que los retrotraen al miedo a ser insultados, humillados y marginados por otros jovencitos como ellos, incluso por familiares y, entre todos, tratan de construir un nuevo modelo de relaciones, de neoentidad masculina en el que se pueda dar cabida al afecto, a la ternura, al abrazo, al cariño sin que por ello nadie deje de ser varón.

Impresionantes tres momentos concretos de la función: la caída del telón pintado con la escena de caza; la irrupción a todo gas del Magical girl de Madonna y, por último, la escena final con ese baile colectivo mecido en una dulce canción de aires populares chilenos. Maravilla de propuesta en la que colaboran también, y mucho, la tenebrosa iluminación de Karl Saltee, la videoescena de Humberto Espinoza, el diseño sonoro de Andrés Quezada, y el vestuario de Daniel Bagnara.

Un nuevo y exquisito montaje de La Re-Sentida que remarca su tendencia al riesgo, a la no conformidad, al arte en toda su esencia y dolor. Imprescindible.

‘La posibilidad de la ternura’

Dirección y dramaturgia: Marco Layera y Carolina de la Maza

Elenco: José Miguel Araya Moreno, Leftrarü Valdivia Castro, Camilo Bugueño Espejo, Efraín Chaparro Pérez, Matías Mendez González, Dimitri Bueno Ferrer y Marcos Cruz Andulce

Dramaturgista: Aljoscha Begrich

Colaboración teórica: Ernesto Orellana

Asistente de dirección: Katherine Maureira

Registro audiovisual: Humberto Espinoza

Diseño de iluminación: Karl Sateler

Diseño escenográfico: Compañía La Re-Sentida

Diseño de vestuario: Daniel Bagnara

Diseño sonoro: Andrés Quezada

Jefe técnico: Karl Sateler

Producción general: Victoria Iglesias Álvarez de Araya

Psicólogo: Rodrigo Mardones

Producción: Centro Gabriela Mistral, GAM y Ruhrtriennale

Co-producción: Münchner Kammerspiele

Distribución y producción delegada: Carlota Guivernau

Festival Hispanidad

Teatros del Canal, Madrid

14 y 15 de octubre de 2023