Si hay una característica que define al artista es, sin duda, el riesgo, la sensación de vacío ante cada nueva propuesta que uno no sabe muy bien cómo va a ser recibida pero que, al margen de eso, el artista necesita exponerla públicamente. Es lo que le sucede a César Barló con todos los montajes teatrales que ha estrenado y este ‘Muelle Oeste’, del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès (1948-1989), no discurre por otros caminos que el de la verdad, la pasión y el riesgo.
La puesta en escena de Barló es atrevida, deslumbrante, precisa e incómoda, deliberada y buscadamente incómoda para intérpretes y público. Y, como el Kaláshnikov que dispara al final Abad, el Negro (un personaje de físico imponente -1,95 m. y 100 Kg. de peso-, sentado de espaldas a la platea y siempre enfundado en una sudadera negra con capucha, en silencio durante las dos horas de función, emitiendo dolorosos sonidos onomatopéyicos como de animal herido), el texto es una ráfaga de realidad lanzada directamente a la conciencia del espectador a través de una historia llena de simbolismo y poesía que, sin embargo, le hiere, le atribula y le llena de desazón.
La adaptación de César Barló reduce a unas dos horas la duración del drama (unos 50 minutos menos que el original de Koltès), probablemente para aligerar la excesiva reiteración de los parlamentos de cada uno de los personajes, pero sin alterar para nada el espíritu de la obra ni introducir textos nuevos en ella. Potentes, singulares, extremos todos y cada uno de los ocho personajes que protagonizan ‘Muelle oeste’ y que, poco a poco, van apareciendo ante el público: Mauricio Koch (Juanma Navas), Mónica (Teresa Alonso), Carlos (magnífico, imponente José Gonçalo Pais), Abad (David Ortega), Clara (Paula Susavila), Fak (Moisés Chic), Cecilia (Natalia Rodríguez) y Rodolfo (Samuel Blanco). Logradísima, redonda la interpretación coral del elenco para mostrar con crudeza y verdad los perfiles de quienes están (estamos), a uno y otro lado de la sociedad….
Porque, sí, es la desigualdad económica y social, mostrada de forma casi pornográfica, la cuestión que atraviesa todo el drama. El montaje comienza con la aparición de un financiero que se ha enriquecido estafando impunemente a una congregación religiosa de mujeres, Mauricio, que acude a los muelles con la decidida intención de suicidarse. Allí, escondidos en las sombras de uno de los hangares semiabandonados del puerto, pululan prostitutas, chulos, inmigrantes, homeless, delincuentes de tres al cuarto, excombatientes…Todo un muestrario de los excluidos de la sociedad que, al ver al rico hombre “del otro lado”, acuden a salvarlo porque en él ven la oportunidad de poder escapar de ese submundo al que parecen estar predestinados. El más decidido a ello es Carlos (“me llamo Charles”, repite una y otra vez a sus padres), refutando esa idea de que más vale ser cabeza de ratón que cola de león: “prefiero ser el más bajo de los altos, que el más alto de los bajos”.
Pero Abad, el Negro, personaje omnipresente, siniestro, callado, expectante y siempre con ojo avizor y oídos despiertos ante todo lo que se mueve, observa inquieto e impertérrito cuanto acontece para ejecutar al fin su implacable decisión, la muerte sin piedad de aquellos que no han mostrado ser honestos.
Palpitante, amenazante, inquietante, soberbio el espacio escénico que ha diseñado Juan Sebastián (una gran rampa que, prácticamente unida al patio de butacas, también inclinado hacia el escenario), reúne a actores y espectadores en una aventura o vivencia común. Un avatar compartido que la luz inquietante del mismo César Barló pronuncia aún más, y que hasta el inspirado vestuario de Karmen Abarca subraya con claridad. No es igual el futuro para quien viste ropa de Balenciaga que quien no tiene más remedio que acudir al mercadillo para encontrar la ropa más asequible. En otras palabras, para quienes habitan un lado, frente a quienes viven en el otro.
La propuesta es arriesgada, difícil y nada complaciente para el espectador. Pero el teatro de Barló no pretende masajear las conciencias sino, por el contrario, espolearlas, agitarlas, inquietarlas para hacerles ver que todos y cada uno de los presentes, estén a un lado o a otro del escenario, soportan idéntica responsabilidad en la perpetuación de este estado de cosas en nuestra sociedad.
Muy interesante. Muy necesaria.
‘Muelle Oeste’
Dirección: César Barló
Producción: AlmaViva Teatro
Dramaturgia: Bernard-Marie Koltès
Reparto (por orden de aparición): Juanma Navas, Teresa Alonso, José Gonçalo Pais, David Ortega, Paula Susavila, Moisés Chic, Natalia Rodríguez y Samuel Blanco
Espacio Escénico: Juan Sebastián
Vestuario: Karmen Abarca
Espacio sonoro: AlmaViva Teatro
Iluminación: César Barló
Fotografía: AlmaViva Teatro
Diseño gráfico: José Gonçalo Pais
Sala Mirador, Madrid
Hasta el 19 de marzo de 2023