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¿Estamos locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: Mario Conde

La columna de Gema Lendoiro: Mario Conde

martes 25 de octubre de 2011, 11:42h
Si echo la vista atrás, cuando Mario Conde triunfaba, yo estaba en la universidad. En aquella Universidad de Navarra la tónica general era mucho andaluz, señorito normalmente, paseando por el campus o tomándose unas cañas en el Manolo, bien abrigadito con un Barbour y con el pelo engominado hacia atrás estudiando o económicas o derecho. Todos, me atrevo a asegurar, tenía un modelo establecido de qué querían ser de mayores, a qué quería dedicar su vida profesional  y cómo serían sus vidas. En lo profesional, Mario Conde era un modelo a imitar. En lo vital, casarse y tener hijos, formar una familia (incluso antes de los treinta) no era en absoluto cuestionado, y me consta que así fue en la mayoría de los casos de la gente que fue compañera de universidad en aquellos (maravillosos, sí, maravillosos) noventa.

Estaban establecidas unas premisas que todos creíamos y que, por tanto, todos cumplíamos: si estudiábamos una carrera universitaria, si hacíamos un master, si hablábamos idiomas, si viajábamos al extranjero, si hacíamos todas esas cosas y las hacíamos bien, tendríamos una vida infinitamente mejor que la de nuestros padres. Y así fue durante una década más. Lo que nadie nos advirtió, o los que lo hicieron predicaron en el desierto, es que aquellas bases estaban cimentadas en aguas pantanosas. Y casi veinte años más tarde muchos (creo que la mayoría) de aquellos con sus carreras, sus master, sus idiomas y, además con hijos e hipoteca, trabajan más que sus padres pero viven mucho peor. Muchos están incluso cercanos a los cuarenta ganando un sueldo bruto de 1200 euros/mes. Esto no es lo que nos habían prometido que sucedería.

De todas estas cosas habla Mario Conde en su nuevo libro, De aquí se sale, editado por Martínez Roca. Y ayer tarde, a las ocho, una de las salas del Hotel Intercontinental de Madrid, acogió las explicaciones para presentarlo de un hombre que nada tiene que ver con aquel presidente de Banesto altivo. La cárcel le ha hecho sacar profundas y hondas reflexiones (lógico en la cárcel hay muchas horas muertas) y las ha plasmado en este libro ágil y rápido cargado de mucho sentido común.

No debo ni quiero destripar su contenido pero me quedo con algunas reflexiones que el ex banquero hizo ayer y que todos deberíamos tener en cuenta para poder salir de esta maldita crisis y... ¿no repetirla? No volver a pensar nunca más que podemos conseguir las cosas sin esfuerzo. La inteligencia y los estudios no bastan por sí solos. Y algo que me llamó profundamente la atención; la ruptura de la solidaridad generacional. España se ha gastado en los últimos años 3 billones de euros que no ha ganado, que no teníamos, y lo que es peor, que esa cifra la debemos y ¿adivinan quienes la tienen que pagar? ¡Bingo!, los que estamos ahora en la treintena y los que la iniciarán dentro de diez años y ¡dentro de veinte! Que podemos salir de ésta parece posible. Pero también es necesario asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y asumir que, si nada hacemos, que si dejamos que las cosas sigan funcionando por el sendero de siempre, caminaremos hacia peores datos y mayores sufrimientos.

Y, por último, no esperar que sea la clase política la que afronte por sí sola este reto.

Pero por encima de teorizaciones con las que puedo estar más o menos de acuerdo, una reflexión que comparto: aprender a tener amistades basadas en lo que son las personas por dentro, no lo que nos pueden aportar en lo económico o profesional. Querer por el ser y no por el tener, en definitiva. Servidora cree que esa es la verdadera crisis que padecemos, la de la pérdida de valores como la solidaridad y la empatía, la generosidad y la caridad, el compromiso con la palabra dada y la buena educación. Todos ellos valores hasta hace años duraderos y que, por lo que se ve, sí eran perecederos.
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