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Los dos triunfadores se saludan ya a hombros
Los dos triunfadores se saludan ya a hombros (Foto: Juan Pelegrín)

Beneficencia: Manzanares se rompe a torear en una gran faena artística y sale a hombros con López Simón

Artística faena del alicantino al quinto, con premio justo, y regalo de una oreja al madrileño

miércoles 01 de junio de 2016, 22:36h
El toreo puro cascabeleó en la Monumental por medio de un inspiradísimo y artístico Manzanares aprovechando un toro boyante, 'Dalia', al que realizó la mejor faena de lo que llevamos de temporada. Abrió la Puerta Grande y salió por ella junto a López Simón, al que el presidente regaló la segunda oreja de su primer enemigo. Con un encierro muy noble y ajustado de trapío de las dos divisas de Victoriano del Río, Castella rubricó su mal paso por Madrid en su cuarta y, por fin, última tarde.

Por fin, casi en la prórroga del serial isidril, aunque fuera de abono, llegó, la faena maciza y de altos quilates artísticos merced a un toro colaborador en grado sumo y que pedía una mente inspirada, un coletudo en sazón y unas muñecas mágicas. O sea, el José María Manzanares de esta corrida de Beneficencia. Que ya meció de recibo de 'Dalia' -¡vaya nombrecito- con unas majestuosas verónicas rematadas con una media barrocamente bella. Los pulsos del cotarro se aceleraron y a sus cerebros subió el fulgor de la belleza irradiada desde el ruedo en el quite con unas mayestáticas de mano baja que recordaron a las de su fallecido padre.

Vaya por delante que el burel, con el trapío mínimo, como todo el encierro, andaba justito de fuerza y no fue nada exigido en el penco; o sea un toro moderno. Pero su noble codicia y embestidas haciendo el avión necesitaban el más alto nivel artístico para emocionar. Y Manzanares se lo dio, vaya que se lo dio. Porque cascabeleó series perfectas en redondos de empaque y elegancia y pluscuamperfectas al natural, con la flámula a rastras imantando a 'Dalia', con temple y ligazón aunque le faltara mayor cargazón de la suerte, eso sí, sin por ello resultar ventajistas.

Los borbotones de toreo ‘der güeno’, con la gente extasiada e hipnotizada, también fluyeron sedosos y mágicos en trincherillas, un cambio de mano d eprofundidad oceánica y adornos antes de un espadazo al encuentro que fue la guinda para que la plaza siguiera siendo una caldera de plomo candente para asimilar tanta belleza. No había duda ni sorpresa del justo y necesario doble trofeo.

Pero sí la hubo a la muerte del tercero, otro manso encastado con el que López Simón tardó de entenderse en una labor de menos a más, que no se rompió hasta la tanda final de redondos ortodoxos que sumaron méritos a varios con desmayo, aunque aprovechando el viaje, como en el toreo sobre la mano izquierda siempre con quietud. El madrileño fue volteado sin consecuencias a la hora de matar y eso quizás ayudó a la flojera del presidente al sacar el pañuelo blanco por dos veces -quizás porque desde el Palco Real, donde se asentó el Rey emérito, la infanta Elena y la presidenta de la Comunidad, sí le demandaron el segundo trofeo-, lo que le ganó al usía, con razón una fuerte bronca casi general.

Y es que la lección de toreo digna de descerrojar la soñada Puerta Grande fue la que ofreció después Manzanares. Quizás por ello, y sabedor del óbolo que había recibido, López Simón se fue a aumentar méritos para esperar a portagayola al sexto, un mansazo que durante la faena de muleta se fue a tablas y allí le plantó cara con dignidad y bizarría el coletudo en una labor que, a falta de otras opciones y salvo algunos destellos de clasicismo, fue valerosa, con el madrileño siempre cruzadito y jugándose las femorales.

La historia de la otra mitad del tradicional festejo fue plana, muy plana. Porque Manzanares, en la línea espesa que lleva últimamente –con la feliz resurrección posterior de este quinto toro- anduvo inseguro y desbordado con su segundo, que le punteó la pañosa en la mayoría de los pases enganchados que le aplicó. Y de Castella casi es mejor correr el famoso (es)tupido velo, porque en estos sus toros séptimo y octavo de su paso por Madrid -con el único mérito para cuatro tardes de que lo apodera la empresa venteñ- no salió de una aplastante vulgaridad mecánica pegapasista sin un átomo de creatividad y/o sentimiento. Pero ambas cualidades, macizadas y unidas al mejor toreo, ya estaba Manzanares.

Ficha

Cuatro toros de VICTORIANO DEL RÍO, y 2º y 6º con el hierro de TOROS DE CORTÉS: justos de trapío y fuerza en general, mansos y nobles; el 3º y el 5º, encastados y este último, boyante. SEBASTIÁN CASTELLA: silencio tras aviso; palmas tras aviso. JOSÉ MARÍA MANZANARES: silencio; dos orejas. LÓPEZ SIMÓN: dos orejas protestadas; gran ovación. Plaza de Las Ventas, 1 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno. El Rey emérito presidió la corrida desde el Palco Real, donde le acompañó la infanta Elena y la presidenta de la Comunidad de Madris, Cristina Cifuentes.

> CRÓNICA DEL FESTEJO ANTERIOR

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