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‘Las niñas zombi’
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‘Las niñas zombi’ (Foto: Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque)

Crítica de la obra de teatro 'Las niñas zombi': el peso de la historia (real o imaginada)

sábado 03 de junio de 2023, 13:45h

El nombre del dramaturgo Celso Giménez está ineludiblemente unido al de La Tristura (la estupenda compañía que fundó junto a Itsaso Arana y Violeta Gil) y, ocasionalmente, también a otras compañías como La Veronal, El conde de Torrefiel o Mucha Muchacha. Ahora, sin embargo, Celso Giménez se lanza solo, aunque con la red de su ya dilatada experiencia de dos décadas de escritura y de dirección, a su primera propuesta en solitario, ‘Las niñas zombi’, producida por el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid, que se exhibe en su espacio escénico.

Quienes ya conozcan a Celso y a La Tristura no van a verse excesivamente sorprendidos por el lenguaje del montaje y su materialización en escena. Diría, incluso, que tiene muchos puntos en común, muchos ecos con aquel hermoso Cine en dónde también se funden thriller, palabra, música, plástica, danza y sonido. Y tanto aquí como allí, cuidadísimos, medidos, mimados en extremo todos y cada uno de esos aspectos escénicos que, a la postre, brindan al respetable una propuesta de factura impecable que, en función de la sensibilidad y los gustos del público, le parecerá que bebe más del teatro, de la danza o de la performance. No le falta razón a ninguno, pero lo importante es concluir en que ‘Las niñas zombi’ es también el retrato de una generación que, a su vez y como siempre, tiene puntos de conexión con las anteriores, la de sus padres y la de sus abuelos como mínimo.

Fascinante la capacidad de Celso Giménez para adentrarse en el alma femenina, esa que, entre bromas y veras, y sin necesidad de explicitar nunca nada, es capaz de llegar a muchísimas más y mejores conclusiones de las que habrían llegado sus congéneres del otro sexo en torno a cualquier asunto, por nimio o profundo que fuera.

En escena Natalia Fernandes, Teresa Garzón, Belén Martí Lluch y, al principio y al final de la propuesta y haciendo de Narrador, el propio Celso Giménez. La acción transcurre en una cabaña construida en medio de un bosque y dentro de un cubo de cristal situado al fondo del escenario , lo cual hace necesario que las tres actrices/bailarinas y el Narrador hablen a través de un micro y así poder llegar al tono justo (charla informal, confidencia, susurro incluso en algún momento), entre las tres treintañeras, primas entre sí, que vuelven a juntarse después de muchos años para hablar en profundidad acerca de su abuelo Celso, ya muerto.

Rodeado siempre de un halo de misterio y de asunto que no se debe nombrar, después de muchos años han conocido que su abuelo, que también se llamaba Celso vivió 40 años bajo otra identidad, la de un hombre (Ángel Dubois) al que vio como los vencedores de aquella guerra lo asesinaban. Y el abuelo de Celso asistió al asesinato en vivo y en directo, a tres palmos de sus narices. La recreación del nieto puede, o no, ser fiel a la realidad de lo acontecido, pero eso da lo mismo porque de lo que aquí se trata es de ver cómo afecta aquella vieja historia a las almas y a los cuerpos de sus descendientes directos o colaterales.

Marcos Morau es el autor de la sugerente escenografía del montaje, esa casa/choza en la que transcurre la acción y que, a mitad de función, gira sobre sí misma para mostrar al espectador “la otra cara de la moneda”, el envés de lo aparente, de la ilusa realidad. Él también es quién firma el vestuario de las actrices, mientras que Alván Prado ha puesto la exquisita iluminación, Albert Coma, elVídeo y los cachivaches” y Adolfo García ha hecho otro tanto con el impecable espacio sonoro de la pieza.

Y como si de un thriller de zombis y vampiros se tratase, la inquietud, el misterio y la posibilidad real de que lo que acontece pudiera suceder de verdad, Natalia, Teresa y Belén hablan, se mueven o cantan con naturalidad envidiable creando una piña de primas treintañeras y extraordinariamente bien avenidas que hablan como adolescentes (en verdad, hoy ya no se sabe muy bien cuándo empieza y cuándo termina esa etapa vital), pronunciando cada tres palabras ese “¡Jo, tía…!”, que inunda todas las conversaciones femeninas para ilustrar sus amores o desamores, sus preocupaciones por haber heredado la horrible napia de sus padres, o de sus ocupaciones y preocupaciones del día a día personal y profesional. Y lo hacen con una sencillez, una desinhibición y una naturalidad tales que se diría que están allí solas, libres, sin atadura alguna y sin saberse observadas por cientos y cientos de ojos y oídos —los de los espectadores—, que asisten embelesados a sus cuitas personales y familiares.

Extraordinariamente sugerente y envolvente esta propuesta de Giménez que atrae, evoca y provoca y que, sobre todo, invita a cada cual a bucear en su pasado para ir construyendo su propia historia o, al menos, dar significado a ciertos asuntos, tics, sambenitos o extraños y oscuros rumores familiares que nunca ha sabido encajar en su propio relato. Muy interesante.

‘Las niñas zombi’

Creación: Celso Giménez

En escena: Natalia Fernandes, Teresa Garzón, Belén Martí Lluch

Coordinación técnica: Roberto Baldinelli

Ayudantía de dirección: Iván Mozetich

Escenografía y vestuario: Marcos Morau

Iluminación: Alván Prado

Vídeo y cachivaches: Albert Coma

Espacio sonoro: Adolfo García

Producción: Ana Botía, Alicia Calôt y Elena Barrera

Realización de escenografía: David Pascual

Construcción de escenografía: Ou

Realización mobiliario: Mundo Prieto

Narrador: Celso Giménez

Voz teléfono: Nacho Sánchez

Distribución y comunicación: Art Republic (Iva Horvat y Élise Garriga)

Prensa: Paloma Fidalgo

Fotografía y diseño gráfico: Mario Zamora

Cómplices en el crimen: Itsaso Arana y Violeta Gil

Agradecimientos: Mamen Adeva, Laia Ateca, Tanya Beyeler, Xavier Bobés, Max Brooks, Sergi Casero, Gabi Careto, Andrea Chapela, Olivia Delcán, Manuel Egozkue, Patricia Ferro, Tony Gallego, José Giménez, Pablo Gisbert, Marjan Gjorsheski, Elena Gómez, Aurora García, André Pronk, Pucho, Rafa Rodríguez, Nuria Román, Jorge Sevillano, Elif Shafak, Sara Toledo, Carlota Wilmshurst, María Jesús Zamora, Miguel Ángel Villanueva y Covadonga Villanueva

Una producción del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, Festival Grec, Grand Theatre de Groningen, Noorderzon Festival, MA Scène Nationale de Montbéliard y La Tristura

Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, Madrid

Hasta el 11 de junio de 2023

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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