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Cartel de la obra 'Nuestros muertos'
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Cartel de la obra 'Nuestros muertos'

Crítica de la obra de teatro 'Nuestros muertos': violencia política y moral

domingo 04 de febrero de 2024, 10:25h

La Compañía Micomicón Teatro -La ciudad sitiada, Los niños perdidos, Santa Perpetua, El Triángulo Azul, Donde el bosque se espesa o RIF (de piojos y gas mostaza)-, lleva ya varios lustros adentrándose en los aspectos más tenebrosos, ocultos y vergonzosos de nuestra reciente historia y su última propuesta vuelve donde solía.

Se trata de ‘Nuestros muertos’, que se ha venido representando en Cuarta Pared desde hace unas semanas y cuya primera etapa de exposición pública termina este primer fin de semana de febrero.

El texto de Mariano Llorente que él mismo dirige también, inspirado en hechos reales, pero fruto de la ficción del dramaturgo, tiene una fuerza incontestable y está atravesado por el dolor, el odio, la memoria histórica pero también por la posibilidad del arrepentimiento y de la empatía de víctima y victimario.

El autor enfrenta a una mujer que es doble víctima: por un lado, del terrorismo de ETA, y por otro del franquismo. Se trata de Ascensión, interpretada con contención y dolor, por la navarra María Álvarez.

Ascensión pasa en el montaje por el doble calvario de ver, cuando contaba sólo ocho años de edad, cómo un grupo de falangistas matan a su padre al término de la Guerra Civil; casi medio siglo después, y a manos de ETA, un hijo suyo es alcanzado por una bomba que iba dirigida contra un alto mando de la Guardia Civil en Madrid. El delito de su hijo no era otro que el de haber salido a fumarse un cigarrillo en una pausa del trabajo, situado al lado de la zona en donde se comete el atentado.

El marco escenográfico y el vestuario del montaje (una rústica mesa rectangular con un par de sillas en cada extremo, en el primer aspecto, y austera indumentaria para los personajes en el segundo), es obra de Laila Ripoll; la música, de Mariano Marín, y la iluminación de David Roldán.

Pues bien, Ascensión, ya octogenaria y en uno de los llamados encuentros restaurativos que comenzaron en Nanclares de Oca en 2011, accede a tener un encuentro directo con Antxon, interpretado con gran maestría por Carlos Jiménez-Alfaro (personaje duro, metido en sí mismo, condenado a 30 años de cárcel, de los que ya ha cumplido 22, y uno de los arrepentidos de la banda terrorista).

El encuentro entre ambos es estremecedor y apunta a que (como ya sucedía en aquella trilogía de la compañía Proyecto 43-2, Rescoldos de paz y violencia), quizás el único camino para poder pasar página de esta etapa ominosa de la historia de España, sea posibilitar el encuentro entre unos y otros cuando los primeros hayan llegado a la conclusión de que matar no es la solución ni siquiera para la creación de un estado vasco independiente en Euskal Herria.

Antxon no se atrinchera ante Ascensión, le habla claramente de su alejamiento de su madre, que no entendía ni justificaba su radicalización y su acercamiento a la banda terrorista, y cuanta a su interlocutora cómo el ambiente social le indujo a querer convertirse en un joven gudari y así ganar notoriedad y prestigio ante sus iguales.

Pero el drama se completa con otros dos jóvenes personajes, interpretados por Clara Cabrera y Javi Díaz respectivamente, que muestran a la joven Ascensión en su paso por un hospicio franquista, o cómo el dieciochoañero Antxon se prepara para ejecutar un atentado con disparo en la nuca y cómo después, poco menos que se va a celebrarlo tomándose unas cañas.

El drama de Llorente transita, por un lado, entre el horror de una banda terrorista como ETA, que tiene en su haber centenares de muertos en estos últimos 40 años y que, como se dice en el texto, “También nosotros hubiéramos matado a Lorca por españolazo. Al fin y al cabo, matamos a José Luis López de Lacalle después de comprar los periódicos de la mañana”.

Y por otro, con aquella durísima represión franquista que dejó miles de muertos en cunetas que sólo muchas décadas después han podido ir buscándose a través de complicadas y dolorosas exhumaciones que buscan restaurar la dignidad de los hombres y mujeres víctimas del franquismo: “¡A ti —le espeta Ascensión a Antxon en esa conversación—, al menos te he podido mirar a los ojos. A los asesinos de mi padre… Mi padre no es una víctima… mi padre es un muerto más de la guerra…!”.

Ficha técnica de ‘Nuestros muertos’

Texto y dirección: Mariano Llorente

Interpretación: María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera, Javier Díaz

Vestuario y escenografía: Laila Ripoll

Música: Mariano Marín

Diseño de iluminación: David Roldán

Ayudante de dirección: Héctor del Saz

Producción y distribución: Joseba García

Fotografía y gráfica: Javier Naval

Prensa y comunicación: María Díaz

Grabación obra y teaser: Miguel Ángel Calvo Buttini

Edición teaser: Juan Poveda

Una producción de MICOMICÓN TEATRO

Sala Cuarta Pared, Madrid

Del 18 de enero al 3 de febrero de 2024

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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