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Crítica de la película

'Shanghai': Tócala otra vez, Sam

'Shanghai': Tócala otra vez, Sam

jueves 06 de septiembre de 2012, 12:05h
Woody Allen en 'Play it again Sam', aquí traducida como 'Sueños de un seductor', demostró que la obsesión por 'Casablanca' es algo común entre la cinefilia universal, de hecho el sueco Mikael Håfström ha caído de lleno en ella y con este 'Shanghai' ha cometido la osadía/sacrilegio de querer volver a rodarla, sin ser un remake propiamente dicho. El resultado, a pesar de algún buen momento, palidece, como no podía ser de otra forma, al lado de la original.
Las comparaciones son odiosas y en este caso más, la película recrea un estilo, una forma de vestir, una época que posiblemente sólo existió en el cine. John Cusack, a pesar de ser un buen actor, no da la talla como Bogey, no te imaginas a nadie perdiendo la cabeza por él, mucho menos a Gong Li. A pesar de que las semejanzas con 'Casablanca' son evidentes, la película bebe de otras fuentes, en general de todo el film noir, en concreto de otra obra maestra como 'El tercer hombre'. Un hombre llega a una ciudad extranjera siguiendo los pasos de su mejor amigo, allí tendrá que investigar que pasó con él...

En este caso se trata del espía, Paul Soames, que llega al Shanghai previo al ataque japonés de Pearl Harbour. Su investigación le llevará hasta el matrimonio formado por el gángster local, Anthony Tan Ling, y su bella mujer Anna. Dificultándole el trabajo estará Tanaka, el jefe de los servicios secretos japoneses en la ciudad. El reparto encargado de dar vida a estos personajes es de altura, el mencionado Cusack, Chow Yun Fat, Gong Li y Ken Watanabe. Todos cumplen a la perfección, el problema de 'Shanghai' no está en sus actores.

El problema de esta película es que está muy lejos del espejo en el que se mira, quedando sólo como un pálido reflejo del mismo. Lo del traje blanco de Cusack es toda una osadía. En el fondo le pasa como a 'El buen alemán' de Sodenbergh, que se recrea demasiado en su imitación de un estilo lo que la hace perder un alma propia. Director y actores parecen más preocupados en recuperar ésas esencias clásicas que en la película que están contando. Lo cuál es una pena, porque 'Shanghai' no es tampoco una mala película.

Lo que pasa es que si cambias a los alemanes por los japoneses, el aeropuerto por el puerto, a Laszlo por Lan Ting, a Rick por Paul Soames, a Ilsa por Anna Lan Ting, y a Strasser y Renault que se funden en Tanaka, tienes los elementos básicos de la película. Y, claro, puestos a comparar... siempre nos quedará París.

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