Pep Munné y Xavier Ripoll brillan en la sala La Gleva con un brillante duelo interpretativo

La historia esta ubicada treinta años después de haberse producido las atrocidades de Hitler y los nazis, tema que ha sido tratado desde múltiples vertientes. Esta se centra en un estrecho colaborador del jefe del nazismo, un arquitecto considerado un tecnócrata, que ideó cómo sería la capital del Reich en Berlín. Speer recibe la visita de un “supuesto” representante de la R.D.A.Bauer (ferviente comunista) que presuntamente quiere recabar datos sobre la personalidad y trayectoria del arquitecto, fingiendo ser su admirador. Speer se libró de los Juicios de Nuremberg, pese a que permaneció durante veinte años en la cárcel de Spandau.

Entre ambos personajes se desarrolla un brillante duelo interpretativo. Speer aparece vestido de riguroso traje negro, con aires de grandeza, y su discurso tiene un tono de autojustificación. Fue un personaje poliédrico: respetado y odiado al mismo tiempo. Se rumoreó que sería el sucesor de Hitler, y algunos le denominaban “El nazi bueno”. Con 32 años ya era el inspector general de edificios. Luego fue nombrado Ministro de Armamento, y prolongó la guerra dos años tras la derrota de Stalingrado. Su pretensión, encargada por Hitler, era transformar Berlín en una megalópolis, y que fuera la capital del III Reich.

Pep Munné interpreta con maestría y dominio absoluto de la escena un personaje complicado: piensa mucho antes de hablar, tiene una capacidad dialéctica notable. Y en algunos momentos, pasa de la tranquilidad a levantar la voz con autoridad...Xavier Ripoll encarna perfectamente ese “presunto admirador” que se convierte en una suerte de fiscal, interrogando a Speer, para que vaya evidenciando las contradicciones de su discurso, y trayectoria. Un funcionario quequiere conocer la implicación real del otro personaje en el nazismo, no en vano fue un arquitecto que se atribuyó la responsabilidad de los 14 millones de trabajadores esclavos, a las órdenes del Tercer Reich.

Maqueta

En el original escenario aparecen: andamios, cajas de madera, cubos de pintura, maderas, plásticos, una caja de madera con ruedas, y una escalera al final. No falta una maqueta de uno de los edificios, especie de suntuoso palacio, que construyo Speer. El suelo está recubierto por cartones de embalaje. En definitiva, es el antiguo despacho del arquitecto, con una luz que pasa de la luminosidad a la penumbra, de modo que se crea una atmósfera intrigante, y los efectos sonoros no lo son menos…

“Speer” podría calificarse de “comedia irónica” y eso intentó seguramente la escritora argentina Ester Vilar cuando la escribió (recordemos que fue la autora del polémico libro best-seller durante la Transición “El varón domado”). Y trasladado al teatro fue por vez primera representada en 1998 en Berlín, dirigida por Karl María Brandauer (el marido de Meryl Streep en “Memorias de África”). Transcurre a caballo entre la ficción y la memoria histórica. El espectáculo contiene sorpresa que producen la intriga en el espectador. Otro de los temas suscitados es “la presunta atracción homoerótica” que pudo tener Speer con Hitler...

Sin olvidar reflexiones sobre el poder y la barbarie histórica. Como conclusión final, podría decirse que las opciones totalitarias que encarnan ambos personajes, favorecen el triunfo del capitalismo...Una obra que vuelve al mismo escenario de La Gleva, sala que posee el encanto de la cercanía de los espectadores con los actores, un año y medio más tarde. Curiosamente, fue ensayado con mascarilla en el 2021, cuando la pandemia todavía estaba presente…Ahora pueden verla hasta el domingo 29 de Enero.

La Gleva: miércoles a sábado, 20.30; domingos: 19h.